Diana Clark
“No es «si no puedes con el enemigo, únete a él», en realidad es: aunque no puedas con el enemigo, enfréntate a él y no descanses hasta derribarlo.” –SNBrito.
Me siento en la cama de Daniel, observando que hay un papel extraño sobre su almohada. Bueno, en realidad no es solo un papel, desde mi posición puedo notar que posee varias hojas, así que me estiro para mirar qué es lo que dice.
Según lo que tengo de experiencia, esto parece un contrato para ofrecer publicidad al equipo de Fútbol Americano al que mi hijo pertenece. Lo peor no es el contrato en sí, porque si vamos a eso, no me molestaría en lo absoluto que mi hijo junto a todos los demás, tenga una buena oportunidad para triunfar; lo que me molesta en esta ocasión es de quién viene la propuesta.
Gracias a Dios, Daniel no ha firmado y no creo que vaya a hacerlo si tomo cartas en el asunto desde este momento. Estoy cansada de ver a mis hijos siendo atacados por los demás, para luego ser recompensados con migajas. Mi esposo hizo todo para que no le mendigáramos a nadie y estoy segura de que esta no será la única oportunidad que él o mi hija van a tener para llegar a obtener algo grandioso en su vida.
Salgo de la casa, cerrando con llaves, antes de sacar el auto de la marquesina. A un lado de mi asiento, coloco los papeles sobre él área del copiloto, sosteniéndolo con mi cartera para que la brisa no lo haga volar por los aires.
Enciendo la radio cuando hago mi camino, buscando calmar mis pensamientos y deseando regresar a casa antes de que los chicos vuelvan de la playa, aunque el viaje que voy a hacer sea de cinco horas o tal vez más si me quedo haciendo cualquier cosa en cuanto esté de vuelta en la ciudad.
Hace poco me he dado la oportunidad de salir a divertirme, aún cuando siento que mi trabajo es estresante y no puede permitirme un minuto de tranquilidad. Trabajar en el área de sustento para los niños que viven en casas Hogar e incluso Refugio, no me lo pone nada fácil. Siempre tengo que luchar con mis pensamientos y también con cada una de mis convicciones. De vez en cuando tengo ganas de ser funcionaria, Presidente, incluso, con tal de generar mejoras para todo el mundo, pero si vamos a eso, la gente en el poder es egoísta. Mucho más que aquellos que lo han dado todo por tener algo y no desean darle de lo suyo a nadie que se les cruce en el camino por temor a fracasar.
Esta es una de las razones por las que no quiero que Daniel firme ese contrato siendo capitán de su equipo, porque sé la cantidad de problemas que tendrá a causa de esto conmigo y con su hermana. No es justo que esto suceda ahora, cuando todo va mal y tratamos de arreglarlo.
★
El trayecto de cinco horas se hace eterno. Nada puede detener nada de lo que estoy pensando, aún cuando la música la he subido a todo volumen.
Regresar a este vecindario me llena de nostalgia con un poco de molestia. Recuerdo todo lo que he sufrido, lo que mis hijos pasaron y las decisiones que tomamos. La casa en donde vivíamos está pintada de otro color, hay un jardín pequeño, unos dos perros y algo adornando la puerta. Ese fue el primer lugar que elegí para mi familia y ahora es de alguien más.
Sacudo la cabeza, suspirando, antes de aparcar frente a la casa de Greena. Esa mansión donde todo terminó para nuestra familia.
Sin pensarlo dos veces, todo el timbre, esperando que abran la puerta. Lo hago unas tres veces hasta que una mujer de servicio que carga a una pequeña, decide abrir para permitirme el paso.
—Quiero ver a Greena —murmuro, en tono tajante —. Y si no se encuentra, me encantaría hablar con su esposo, por favor. Es sobre un contrato publicitario —explico, cuando he pasado al centro. Hay una escalera enorme que, supongo, ha de llevar a las habitaciones, cosa que me hace sentir un extraño escalofrío.
La joven se va, antes de regresar minutos después junto a una mujer de buena pinta y cabello rubio.
—Diana —murmura, observándome sorprendida —, es increíble verte por aquí. No has cambiado nada —intenta acercarse, pero alzo una mano, deteniéndola.
—Señora Clark, para ti, Greena —emito, logrando hacerla sentir incómoda —. No trates de ofrecerme un trato familiar, cuando sabes que las cosas no terminaron bien entre tú y mi hija —continúo, cosa que la hace retroceder unos pasos, mientras se acomoda el cabello, sonriendo un poco tocada.
—Bueno, Dia... Señora Clark, ¿qué es lo que necesita? ¿Por qué vino desde tan lejos para vernos? —Inquiere. Me cruzo de brazos, sin apartar mi vista de ella.
—Necesito hablar con tu esposo, ¿se casaron, no? —La rubia asiente, aumentando su sonrisa —. De acuerdo, entonces pídele a tu marido que venga a dar la cara —mascullo, deshaciendo mi cruce de brazos para mostrarle lo que llevo en la mano —. Aún me sorprende que después de todo lo que ha hecho, quiera patrocinar el equipo de mi hijo —señalo —. Y bueno, a veces ni siquiera me espanta ya que ha estado rondando a Zara desde hace semanas —lo último la hace fruncir el ceño con molestia, logrando por fin quitar la sonrisa de hipocresía que adorna su rostro.
—¿Disculpa? —Trato de parecer un poco afectada con la situación, haciéndola creer que fue un error mencionarle aquello, aunque en verdad sí estaba desesperada por enfrentarla.
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Editado: 12.01.2021