Bato mis pestañas, junto los labios varias veces, y verifico que mi rostro esté en perfectas condiciones. No puedo permitir que el maquillaje no esté bien, ni mi vestimenta, debo verme elegante y glamorosa. No siempre fue así, antes me preocupaba por dejar ver mi feminidad, pero no repasaba a lo obsesivo como ahora. No, una joven de veinticuatro años no debería tener como objetivo principal su apariencia, pero en algo debía ocupar mi mente para tener nuevos sueños, y me fue más fácil valerme de mi atractivo.
Cierro el compartimiento del espejo retrovisor al estar satisfecha con lo que veo, tomo mi cartera Gucci del asiento del acompañante, y abro la puerta. De inmediato un Valet parking pide mi llave, se la doy, y me encamino al interior del lujoso restaurante.
Estaba en la mansión González cuando recibí una llamada de Alicia, mi hermana mayor, me informaba que hoy, al fin, yo tendría el placer de conocer a su cuñado. Lo cual no le veo el placer por ningún lado, es un hombre ególatra que siempre está trabajando y viajando, por lo que canceló nuestros múltiples encuentros para conocernos, razón que no me da el más mínima indicio de gusto. Estuve tentada a cancelar, como ha hecho él la veces anteriores, dejando plantado a su hermano, a mi hermana y a mí, pero no.
Así que me encuentro camino a la mesa que ocupa Alicia y su prometido Jhon. Sonrío al encargado, que me ha acompañado hasta aquí, cuando observo que ya se ha retirado la borro.
Alice y Jhon también hacen lo mismo, posponiendo la conversación que los tenía enseñando los dientes.
—¿Hoy también nos dejará plantados? —pregunto en voz baja, con los dientes apretados.
—Eh, no, no, dijo que vendría —responde John, apresurado, posa los ojos oscuros en el reloj de muñeca—. Debe estar por llegar, nunca llega tarde.
—No, claro, él es de los que dejan plantados —suelto burlona y me siento al lado de Alicia, queda una silla desocupada en el medio de Jhon y mío—. ¿Y de qué hablaban? —pregunto relajada.
Es obvio que Martin Chávez no vendrá, ausencia a la que ya me había hecho la idea y había molestado; dije en voz alta, cientos de veces, mientras me arreglaba para venir, lo creído y soberbio que es. Por eso ahora le resto importancia.
—Sobre la boda —reprimo las ganas de rodar los ojos al escuchar la respuesta animada de mi cuñado.
Está enamorado, o es un excelente actor, dudo que todos los hombres en vísperas de su encarcelamiento estén tan felices. Se comprometen más por compromiso que por otra cosa. La familia de Jhon es millonaria; podrían limpiarse el trasero con dólares, pero nosotras también podríamos darnos ese gusto. Papá murió dejándonos una exorbitante herencia a cada una, a mamá, Alicia y a mí. Razón por la que siempre hay oportunistas queriendo adueñarse de nuestros huesitos. Jhon no fue ningún tonto al tomar a la hija mayor; Alicia, de sonrisa fácil, humor contagioso, y creyente del amor gracias al ser la niña mimada de papá. A la pobre le pegó muy fuerte su partida. Un detalle que yo no paso inadvertido, tras su partida dejó un vacío que de forma sorprendente Jhon parece llenar. Sabe qué decir, qué no, es atractivo, mr felicidad como ella, y un cursi.
Sospechoso. Sospechoso. El hombre por el que Alicia siempre soñó apareció meses después para unirse a nuestra empresa. Su fortuna no me hace dudar de que quiera la de Alicia, se ganaría dos en uno; una atractiva pelinegra de ojos grises, que encaja perfecta en el papel de esposa, y la oportunidad de tener acceso a sus bienes y a las acciones de la empresa.
Aunque estas suposiciones no me atrevo a hacerlas en voz alta, las consecuencias no serían buenas. Cuando anunciaron que se casarían dejé caer la idea de un contrato pre-matrimonial, el resultado fue la copa de Alicia en el suelo, el entrecejo de Jhon y los labios de mamá fruncidos.
Mamá fue la primera en hablar al decir que no había necesidad porque ambas partes tienen que perder, y que ganar; pero este último se lo guardó. Una mujer como mamá, que obtiene lo que quiere, y tuvo que responsabilizarse de la empresa al hallarse ausente un hombre para hacerse cargo; dado que Alicia no había finalizado la Universidad y es muy blanda para hacerlo, y yo a penas iniciaría la carrera.
Porque ese es el hecho de que yo quiera cuidar los bienes de dejó papá: soy la accionista mayoritaria. No hay nadie más sorprendido que yo con eso, lo juro, creí que la heredera sería Alicia por ser su favorita. Pero no. La hija por la que jamás veló obtuvo el sesenta por ciento, la favorita un diez, y la esposa un cinco. Y ni siquiera sé porqué, mamá sí, pero no me ha querido revelar nada hasta que haya ocupado el puesto de directora; el cual falta poco para ocurrir. Soy la más idónea. Mamá está feliz tanto por lo que le tocó, y por poder darse unas merecidas vacaciones.
Bebo un poco de agua, mientras escucho al par parlotear sobre la decoración, pero a la vez tengo la mente maquinando los cambios que tendrá la empresa cuando yo esté al frente. Jhon que no sueñe con querer darme órdenes…¿y si obtengo el cinco por ciento qué el le compró al viejo Jacob? Quizás si le ofrezco el doble, incluso el triple, acepte. Sería un negocio favorable para ambos, obtengo más poder y el más dinero, de igual forma tendrá los otros diez de Alicia. ¿Estoy siendo justa, no? ¡Por supuesto! No confío en Jhon, y dudo que lo llegue a hacer. Esa historia de la herencia de su abuelo que les cayó del cielo no me convence, hace unos meses Jhon y Martin Chávez no existían, y de improviso aparecieron como los ya herederos del viejo Chávez.
Sospechoso.
—…y por eso he decidido que sea una sola madrina.
—Es tu decisión —digo al ver la insistencia en la mirada de Alicia.
Su discurso de damas de honor queriendo opacarla, arruinando su cuento de hadas, ya me aburre. Desde hace mucho que sueña con casarse y yo soy la que siempre tiene que escucharla. Algo fastidioso, pero no lo diré en voz alta, sería hipócrita. Alguna vez yo fui como ella; con el sueño de casarse, pero por razones distintas, unas que prefiero guardarme.