El grupo se separa
El misterioso lobo corría con gran velocidad y agilidad por el bosque. Esquivaba los troncos, saltaba sobre las rocas y atravesaba los arbustos desparramando hojas a su paso. Era tan bueno para brincar, rodear, correr y esquivar que Makoto pensó por un instante que se trataba de un zorro. De cachorra había visto a esos caninos desplazarse igual que el macho al que estaba siguiendo. Sin embargo, él era muy grande como para ser un zorro. Aquel lobo era de pelaje marrón claro, con una franja mucho más oscura que iba desde su cuello y recorría todo su lomo, y sus orejas eran negras.
—No te quedes atrás —dijo este mirando a la hembra con una leve sonrisa.
Makoto se había quedado pensando tanto en el parecido del extraño con los zorros que al levantar la mirada se encontró con que este ya iba muy adelante. Movió sus patas más rápido para alcanzar al lobo.
—¿A dónde me llevas? —preguntó.
El joven no le contestó, simplemente aceleró el paso. La guerrera lunar soltó un leve gruñido para avisarle de su disgusto. Poco después la nariz de Makoto olfateó un aroma conocido. Era el olor de los humanos de la ciudad, pero no solo eso, su olor se sentía como el de los cazadores que asesinaron a Tsume. Quería advertirle al desconocido, pero sus ojos vieron a un hombre sujetando una escopeta, a tan solo unos metros del lobo. Esta frenó de inmediato y los pelos de su espalda se erizaron. Se escondió apresuradamente entre un montón de plantas, esperando que el cazador no la hubiese visto todavía.
—¡Cuidado! ¡Hay un cazador frente a ti! —exclamó con un tono alto y alarmante desde su escondite.
Él parecía inconsciente del daño que ese hombre podría causarle con un simple disparo, pues en ningún momento se detuvo ni retrocedió. El lobo solo observaba fijamente al humano y continuaba acercándose a este.
—Tú, el de pelaje marrón claro, ¡alejáte de ese humano! —gritó con más fuerza.
El desconocido se hizo el sordo y tomó lugar a un lado del cazador. A Makoto se le hizo extraño el comportamiento del lobo, así como el del hombre, que solamente miró al canino junto a él y no le apuntó ni lo lastimó. ¿Acaso ese humano era uno de los buenos? Makoto quería creerlo, pero seguía sospechando de la razón por la que aquel humano llevaba consigo un arma. Definitivamente tenía que ser un cazador. Tal vez usaba una estrategia para que los lobos confiaran en él y cuando menos se lo esperaban, este les enviaba una bala asesina para terminar con sus vidas.
La loba no lo soportaba más. Se sentiría culpable si no intentaba salvar al macho que apenas había conocido. Sin previo aviso salió de la maleza a gran velocidad, abriendo su hocico y señalando al hombre con sus filosos colmillos. Este levantó su escopeta y le apuntó a la hembra. Makoto se las ingenió para esquivar las balas que el humano disparaba. Esas balas eran distintas a las que Makoto conocía, de hecho, eran en realidad dardos tranquilizantes.
—¡Es tu oportunidad de huir! —exclamó la hembra esperando que el lobo comenzara a correr lejos de allí, mas no fue así.
Makoto empezó a preocuparse mucho más. No importaba cuanto le gritara al macho, este permanecía inmóvil contemplando la escena como si no hubiese nada que temer. La loba sentía que pronto no podría seguir esquivando los disparos. En un último intento, mientras el cazador buscaba más dardos en su bolso, la hembra se abalanzó sobre el lobo, dejándolo boca arriba debajo de ella.
—¿Por qué estás tan tranquilo? ¿¡No ves que están tratando de matarnos!? —le gritó Makoto frunciendo el ceño, provocando que el macho se sorprendiera, pero luego él sonrió, lo que confundió completamente a la hembra.
—Que ingenua —pronunció con una risilla.
Antes de que Makoto pudiese darse cuenta del verdadero propósito del desconocido, este la tomó con fuerza del cuello, inmovilizándola y provocando que le saliera un poco de sangre. Al instante sintió un pinchazo en una de sus patas traseras y solo bastaron unos cuantos segundos para que cayera inconsciente en el suelo.
...
La loba blanca se había despertado antes que los dos mayores. Lo primero que hizo fue ponerse de pie y buscar a su amiga. Empezó a alarmarse al no verla por los alrededores. Optó por despertar a los demás para preguntarles si sabían donde estaba Makoto.
—¡Yukiko! —exclamó Ice caminando hacia la mencionada. Afortunadamente esta se hallaba despierta.
—Deberías aprender a respetar el sueño de tus mayores —dijo con un tono serio.
—Oh, lo siento. —Agachó levemente sus orejas—. No sabía que los viejos debían dormir más —agregó moviendo su cola con una sonrisa inocente.
—¿A quién le dices vieja? —gruñó Yukiko levantándose rápidamente—. Ten cuidado con lo que dices, chiquilla.
Ice rió un poco y asintió con su cabeza.
Editado: 12.05.2019