Una vez que ambos niños hubieron traspasado el Umbral del Sueño y la Puerta se cerró tras sus espaldas, las Cartas se miraron entre ellas y dieron un gran suspiro de alivio. Una vez más habían cumplido su misión con éxito: proteger la Puerta y guiar a aquellos Elegidos destinados a ser los Creadores del País de las Maravillas.
En el Pasillo de los Recuerdos el tiempo no transcurría, así que no sabían cuánto tiempo había pasado desde que llegó el Primer Creador, o como lo solía llamar Wonderland, la Primera Alicia. El caso es que ya habían cruzado el Umbral Tres Alicias, es decir, tres Creadores que más que crear, lo único que habían hecho había sido destruir y auto-destruirse. Todos ellos habían sido grandes fracasos.
Al parecer, ahora Wonderland confiaba en esos dos niñitos, pero ¿de verdad estaban destinados a ser Creadores del País de las Maravillas o también serían intentos fallidos de «Alicia» y acababan por hacer daño a las criaturas que vivían en el País, se hacían daño a sí mismos y acababan por defraudar a todos... especialmente al pequeño Sueño que los había elegido, Wonderland? Desde luego, si se desviaban del buen camino, si no cumplían a raja tabla su misión dictada por Wonderland, acabarían tan mal como las Tres Alicias anteriores. Pero eso era algo que los niños, de ningún modo, sabían ni debían saber.
Los Guardianes de la Puerta desearon que esos jovencitos se convirtieran en buenos Creadores, en los Elegidos definitivos, y que aportaran felicidad al que ahora sería su nuevo y único hogar puesto que no iban a regresar de allí nunca más.
Ya se acercaba el momento de que los Guardianes de la Puerta se reunieran con Wonderland. Junto con el pequeño Sueño verían cómo evolucionaba la estancia de los dos niños en el País de las Maravillas. Ya habían observado en tres ocasiones a los Tres Creadores; las Tres Alicias que había enviado Wonderland para que cumplieran su propósito, y en esas tres ocasiones las habían visto fallar: por su vanidad, agresividad y tozudez habían obtenido fatídicos desenlaces... Por eso y por dejar de cumplir aquella misión de crear y cuidar el País de las Maravillas. No obstante, esas eran varias historias que los hermanos no debían saber. Les bastaba simplemente conocer cuál iba a ser el papel que desarrollarían tras traspasar la Puerta, y por supuesto, que nunca podrían regresar al Mundo Real: se quedarían atrapados en el Sueño para siempre, durante toda la eternidad. Como las otras Alicias.
A partir de ahora los Guardianes de la Puerta cruzarían los dedos e intentarían confiar en aquellos infantes, pues se les veía tan inocentes y puros... Puede que llegaran a convertirse en los verdaderos Elegidos, los Creadores que siempre habían estado esperando. Sin embargo, eso lo descubrirían junto con Wonderland.
Ya era el momento de marcharse. Algo realmente extraordinario ocurrió, pues los dos Naipes poco a poco se unieron, se fusionaron en un cuerpo y al final solo quedó uno. Ese nuevo Naipe que apareció surgió de la unión de las dos Cartas y presentaba la misma altura de dos metros, los mismos rasgos idénticos en las extremidades y rostro; incluso poseía una lanza, un casco, unos guantes y unas zapatillas iguales. No obstante, la diferencia estaba en el dibujo que la Carta poseía y que formaba parte del tronco de su cuerpo: era un corazón completo.
De la misma manera en la que habían aparecido, el nuevo Naipe y la brillante puerta dorada con forma de corazón desaparecieron.
Y una vez más, el Pasillo de los Recuerdos volvió a quedarse vacío y a oscuras.
Editado: 27.08.2018