Salgo del hospital con mi madre al lado.
— ¿Cuando será el... - me interrumpe.
— Eso no importa, ahora mismo iremos a McDonald's y comeremos unas deliciosas hamburguesas.
— Ya no soy una niña para ir a esa lugar.
— Siempre serás mi bebé, asíque iremos y comerás.
— Como usted diga. - le digo a haciendo un saludo de soldado en forma de broma.
Ella solo sonríe.
Nos adentramos al auto y mamá comienza a manejar.
— ¿No sabes dónde está el niño lindo?
— ¿Niño lindo? - le pregunto frunciendo el entrecejo.
— De esa manera le decías hace unos años atrás.
— Espera, ¿Sabes sobre niño lindo?
— Claro, soy tu madre.
— Pensé que no era tan obvia.
— Seguirlo y ver hacia donde iba, conocer su dirección, y sus datos personales, es acoso hija.
— Yo... Era pequeña, y no sabía lo que pensaba.
— Niega que aún no recuerdas su cumpleaños.
Claro que lo recordaba.
10 de agosto.
— No, no lo recuerdo. - miento.
— Y sabes su café favorito.
El helado.
— Mamá, basta.
— Y también cuál es su sabor de pastel favorito.
Chocolate.
— No lo recuerdo, ¿vale?.
— Eres tan mala mentirosa, pero lo dejaré pasar solo por esta vez.
— Bien.
— ¿Porque tenías una foto de él en tu casillero? - sigue preguntado.
¡Dios! ¿Cómo es que sabe eso?
— Madre, yo nunca haría eso, realmente eso es de personas que están seriamente mal por una persona.
El semáforo se coloca en rojo y se voltea a mi dirección. Me toca la frente viendo mi temperatura.
— Entonces estabas mal, hija.
Vuelve a conducir cuando el semáforo cambia a verde.
Llegando a McDonald's pedimos lo que comeremos y nos sentamos en una mesa de dos.
— ¿Y? - pregunta.
— ¿Y, que?
— ¿Qué sabes de Aleister?
— Pues, ayer vino, estuvimos hablando un poco pero después se fue.
— Es un gran chico.
— Lo es.
— Si te lastima es un imbécil.
— Concuerdo contigo.
— Siempre tengo la razón. - dice y hace como si se quitará el invisible polvo que están en sus hombros.
Rio y ella me imita.
Llega la comida y comenzamos a comer en silencio. En nuestro caso no necesitamos hablar para sentir la gran unión que tenemos.
— ¿Qué quieres hacer ahora? - pregunta ella cuando estamos dentro del auto.
— Nada, quiero ir a casa.
— Bien. - dice antes de poner en marcha el carro.
Comienza a sonar Sermon de James Arthur. Y la tarareó.
Llegamos a casa y voy directo a mi habitación, prendo el celular y casi explota por tantas notificaciones.
Me siento famosa.
Suelto una pequeña risa por mi estúpido pensamiento.
Veo que son mensajes de Aleister y de sus amigos. Contesto todos, me pongo a ver mi serie pero alguien me llama y lo atiendo sin ver el nombre.
— ¿Si? - digo concentrada en la serie.
— ¿Quieres venir a mi casa?
— Solo el capítulo se acaba y vienes por mi.
— ¿Cuánto falta para que se acabe?
Paro la serie y veo que solo me faltan 5 minutos.
— 5 minutos.
— Pues ya voy.
— Con cuidado.
Habla pero le cortó antes.
Veo los íntimos instantes de mi serie y quedó mal con su final.
No es como si fuera la primera vez que la ves.
Aun así siempre siento ese vacío cuando la acabo.
Escucho como personas están hablando abajo y salgo de la recamara para encontrarme a mi madre hablando con Aleister.
— Ya nos vamos, madre. - le digo.
— Adiós, y manejas con precaución. - le dice a él.
— Claro.
Vamos hasta su auto y hablamos de las materias, aunque él es una año mayor que yo, de los últimos rumores que pasean por los pasillos de la universidad.
— Te presentaré a mi padre. - dice saliendo del auto.
Dejo de caminar enseguida.
— No estoy preparada.
Me toma de la mano y me sonríe.
— Todo estará bien.
Tu puedes. Tu puedes. Tu puedes.
Me animo con pompones imaginarios.
Entramos a la enorme casa, todo está en silencio hasta que una nena de 8 años viene corriendo a nuestro encuentro.
— ¡Ale, tienes que ver mi dibujo! - dice al llegar.
— Claro, Bella. Pero te quiero presentar a alguien.... - lo interrumpe.
— ¿Tu novia? - pregunta con curiosidad.
Antes de que conteste le hablo.
— Hola. - le digo con una sonrisa.
— Eres bonita. - dice ella.
— Gracias, tu también eres muy bella.
— Es un poco irónico que ese sea mi nombre. - dice pensativa.
Mierda, sabe el significado de ironía a sus 8 años.
— Bella, su nombre es Madelaine.
— Ok. Me iré, que tengan un lindo día.
Se va corriendo y alguien la reprende.
— No tienes que correr, te caerás.
Caminamos hasta donde un hombre está con un traje azul marino a la medida.
— Hola padre. - le dice Aleister.
— Hola... - dice y me ve. — Hola a ti también.
Me comienzo a tronar los dedos y el ruido resuena en todas partes.
Que maldita pena.
— Hola, señor Brown.
— Padre, estaremos en mi cuarto.
Me toma de nuevo de la mano y camina para subir las escaleras, entramos a un cuarto amplio con paredes blancas, muebles, sábanas o decoraciones negras.
— Siéntete como en casa. - dice acostándose en la cama.
Me siento en esta y la gran televisión queda directo a la cama.
— ¿Porqué no me invitaste antes?, Tienes un gran televisor.
Dios míos, que imprudente.
Él solo sonríe.
— Nunca dijiste algo sobre querer venir.
Si supiera que desde hace años conozco su casa. Bueno solo por fuera.
— ¿Vemos algo? - pregunta.
— Claro.
Me pongo a su lado y vemos "Ni idea" un película clásica.
Siento como Aleister me usa como almohada ya que pone su cabeza en mi estómago.
La película termina y él está dormido.
El celular le suena repetidas veces.