Y si fuera el último adios

Capitulo 2

CAPITULO 2                                                                                                                        

                                                                                                                         Jueves 23 de febrero del 2018

Es curioso ver como el mundo poco a poco está siendo distorsionado. Los malos son buenos, cuando en si la maldad proviene de distintas fuentes, los justos están desapareciendo con la absurda frase “el que tranza no avanza”, las feministas exigen “igualdad”, cuando en realidad quieren superioridad, la música repleta de improperios obscenos, y aun así son “correctas”, los hijos intentando, o más bien logrando manejar a sus padres.

No entiendo como una sola palabra puede cambiar a tantas personas ¿las conocemos enserio?, o solo son espejismos, ¿Por qué no podemos tener un criterio inmanejable? Estamos sumiendo en una época de ignorancia total, me ofusca la conciencia total entenderlo. No puedo y jamás lo haré.

Las clases empezaban y yo iba volando hacia la cancha principal, sabía que sería todo un reto lograr entrar intacta, ¿pero acaso no aprendía?, ¿Por qué era tan despistada?, avance con paso firme logrando captar al segundo A, ¿es danza? “¡por Dios a mi igual me toca!, siendo sincera no me apetece fingir saltar profesionalmente, porque eso era lo que hacía. ¡No se me daba, no me gustaba!

Me molestaba que me dijeran las malditas palabras “¡vamos, Brisley, estás mejorando!”, “¡animo, ya lo lograrás¡”, “¡inténtalo, tú puedes!”, “¡lo lograste, métele más caña!”. No entendía por qué debemos adular en vez de hablar con la verdad, es mejor una verdad que duela a una mentira que ilusione.

Observo estática al grupo de “bailadores expertos”, nada que ver al que pertenezco. No. Ni siquiera hay comparación, somos una papa, nos la pasamos chorreando al profesor, relajeando, gritando, saltando, riendo, hemos ganado la frustración del mismo y no hemos sido sacados para competiciones escolares. Achino más los ojos y lo veo ¡son muy buenos!, todos llevan una mezcla extraña de pasos sincronizados Y escuchan en silencio muy atentos.

“¡Son geniales!”, presiento que tengo la boca llena de baba, pero lo vale, y en ese momento es cuando una cara con brechas castañas se gira rompiendo el curso del grupo, me mira confundido y con una gran sonrisa en los labios.

Un momento, ¿me ha guiñado el ojo?, cierto o no el descarado se gira dejándome absorta en los  pensamientos, decido déjame de boberías y llegar al salón pues solo ahí se debatirá mi verdadero destino. Quedo parada de forma cuidosa frente a la puerta optando por montar ciertos tiliches en la banca de concreto para hacer más venidero el tormento.

Dubitativa toco la puerta los nudillos me tiemblan y palidecen. No escucho respuesta alguna, así que vuelvo a intentarlo.

Toc, toc, toc. Nada.

Con la pizca de valentía que me queda, decido abrir la puerta por mí misma. Empleo tanta fuerza en el impacto que olvido observar si había monos en la costa, este error me constara parte del semestre.

— ¡Maldita sea! — Ruge enfadado el maestro— ¿acaso lo hiciste a propósito?

Oh no. Me llevo las manos a la cabeza, golpeándome con la palma. ¿En qué momento, Brisley?, dime en que maldito momento olvidaste la regla de vivencia escolar. Antes de entrar a un aula por completo es necesario verificar la ausencia de peatones saliendo.

Por tu bendita excelencia de atraer problemas ahora serás enviada a cadena perpetua.

—oh, no. No— agite las manos en el aire— yo solo… eee… como, este no vi muestra alguna de que me haya escuchado deci….

El profesor hace una mueca condescendiente, echando chispas por ojos, la mirada fría y las mandíbulas caídas envían un choque circuito a mi columna jamás pensé encontrar personificado al mismo satán, es más podría ser un cuento de viejas solo que ahora viendo la aniquilación de frentes prometo obedecer a mi mama, papá, abuela, a todo el que se me atraviese en el camino. Pensándolo bien, nah, mejor pido perdón en vez de permiso.

—Quien rayos no escuchara tus ruidos—grita— Eres la única que llega tarde. Pero no niñita no solo estoy esperandote “¡Apréndelo, antes de meter tus narices!”

Observo con los ojos chiquitos al hombre de mediana estatura, un poco pasadito, o más bien re pasadito de peso,  lleva unas gafas cuadradas que hacen la visión de su cara más grande, tiene unas ojeras o quizá es por su edad avanzada que ya le cuelgas pellejitos. Ja, si sé quitara los anteojos parecería perro Bulldog. Alguien me podrá decir como diantres tomaremos enserio a los maestros de la escuela si algunos tienen similitud a personajes de mi infancia. El maestro de química parece el inspector de la pantera rosa y la maestra ciencias sociales es idéntica a Edna E de los increíbles. ¿En qué momento me concentraré en mis cosas y dejaré de encontrar parecidos a los maestros?, pareciera que a esto vengo.

— ¿Por qué te estás riendo? — Oh, no. Cachetada mental. ¿Verdad que no fui capaz de mostrar mis verdaderas emociones? — ¿Te parezco gracioso?, eh, ¡Contesta!

Querría decirle que sí, querría mostrarle la foto en frente de mis compañeros y hacer la comparación, pero sabría que me mataría, de está sí que no me salvarían. Pero era muy gracioso , cuanto daría por tener más posibilidades de cotorrear.

De repente mi mente se llenó de imágenes poco éticas encintándolas en forma de película, la ocasión se llenó de euforia y solo podía mirar hacia arriba soltar aire y menear la cabeza evitando mirarlo frente a frente, por una extraña razón sentí la grandiosa necesidad de confirmar si en realidad esto estaba pasando, no me podía creer que en tan solo un día ya me hubiera metido en problemas serios. Abecés quisiera tener la facilidad de quedarme callada y guardarme los pensamientos para cuando este en mi cama con un bote de helado entre mis piernas.



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En el texto hay: instituto, tristeza, primer amor

Editado: 29.11.2021

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