Y si me devuelves los años...

Una sorpresa

 

Unos días después del episodio que cambio las vidas de Marisol y la mía, era hora de empezar con el encargo del sr Sáenz. Un día por semana íbamos a reunirnos para empezar a realizar el proyecto de decoración de su nueva oficina. Sin embargo, decidí dirigirme primero a su antigua oficina.  El señor Ramiro Sáenz de 35 años era una persona de la cual no sabía nada. Busque sus fotos en internet una y otra vez. Las sociales y las de fiestas, tratando de notar los patrones de colores que siempre lo acompañaban, si bien lo descubrí, también vi los patrones de mujeres colgadas de su brazo en cada una de las fiestas sociales. Sacudí la cabeza con una sonrisa. No era asunto mío. Sus colores eran habitualmente azules, madera y un poco de verde. Era más que inglés. Clásico con su forma de vestir, siempre lucia trajes sobrios y elegantes esmóquines negros. Lo imagine hasta con una galera. Y con respecto a las mujeres, sus colores eran rubios y de ojos claros como barbie, pense mientras me acomodaba el largo cabello castaño. Y empecé a reírme mientras entraba en la oficina, se suponía que debía estar sola pero allí justo estaba él en persona. Todavía no había terminado de empacar sus cosas personales y en ese momento se encontraba sin su clásica corbata fuertemente anudada y la pulcritud que lo destacaba. La camisa arremangada y levemente desabotonada. Parecía una foto de portada de revista de moda. Me encogí de hombros, mi pantalón de vestir, zapatos bajos y remera básica blanca eran esenciales y básicos. Ya estaba, al menos esta vez no estaba despeinada o con arena en la cabeza.

Levanto la vista apenas me vio, una expresión rara asomo a su rostro, pero pronto la oculto. No me había parecido fastidio así que entre.

_ Riendo sola…

_ Algunas veces sucede que mi imaginación me hace reír…

_ ¿Cuál era el tema?

_ Gustos ingleses clásicos.

_ Espero que no mis gustos, los que debo decir que mi familia encuentra extremadamente pasados de moda.

_ Su estilo no pasa de moda Sr Sáenz. Estoy segura de que tendrá exactamente el mismo aspecto en 30 años…

_ Entonces el tema era yo!

_ No por favor no piense eso se lo pido por favor.

_ Muchos por favores en una oración Srta Alcázar, Nadia.

_Sr Saenz.

_ Ya te dije que quiero que me llames Ramiro, si vamos a trabajar juntos los próximos meses me parece lo más adecuado.

_ Si, es difícil acostumbrarme. Él asintió con una sonrisa. El pensamiento recurrente cada vez que lo veía era el mismo siempre. Hermoso.

_... entonces, ¿qué le parece? Me miro inquisitivo. Dios tenía que salir de este momento adolescente o me quedaría sin trabajo. Trate de volver mentalmente. El color de las paredes era el tema.

_ Siempre pensé lo mismo con respecto a las paredes. Considerando que esta oficina esta llena de cuadros y títulos junto con el color gris oscuro, considero que es necesario modificar la cantidad,  menos es más y la contaminación visual no sería tanta, un ambiente o unas paredes de un color relajante le darían más concentración y tranquilidad. Quizás si desea conservar alguno de esos cuadros, pero no cerca del escritorio.

Caminé por la oficina perdida en mis pensamientos, tomando notas de las ideas que se me iban ocurriendo, no me di cuenta de que el sr Sáenz caminaba atrás mío hasta que frene abruptamente porque una idea se me había ocurrido, Ramiro me choco, conectándose a lo largo que era contra mi como un abrazo.

_ Disculpe!

_ No, no se mueva por favor. Sin embargo, me moví y entendí el motivo de su advertencia. Mi cabello estaba enganchado con el botón superior de su camisa.

_ Nadia no te muevas hasta que desenrede el pelo…

_ Bien.

_ ¿Qué tanto amas tu pelo Nadia? Porque tengo una tijera en el escritorio…

_ ¿Qué? ¡No! ¡No me cortará el pelo!

_ Bueno Nadia tranquila, solo era una sugerencia… me la sacare. Ramiro empezó a desabrocharse la camisa y yo trague fuerte. _ No me digas que te pone nerviosa un hombre sin camisa… me dijo con sorna

_ Me pone nerviosa mi jefe sin camisa en su oficina en donde estamos solos…

_ Somos grandes Nadia.

_Ramiro!

Levantamos la cabeza al mismo tiempo, en la puerta estaba Barbie con León con la boca abierta.

_ Córtelo! Le dije en un susurro enojado.

Media hora después me encontraba sentada en la cafetería del local con León mirándome fijamente sentado frente a mí. Yo sostenía el mechón de pelo en la mano.

_ Basta León.

_ Basta Nadia.

_ Así no se puede. Le dije con frustración, desde que salimos de la oficina poco después que Ramiro me cortará el cabello como un maldito carnicero, León me dijo de tomar un café, pero tenía esta actitud infantil de mirarme fijamente como si esperara mi confesión. Pero siendo sincera le agradecí haberme sacado de la oficina ya que los gritos de Barbie empezaron a elevarse de tono y como buenos supervivientes nos retiramos.

_ ¡Yo no lo puedo creer, y con el jefe! Me dijo sonriendo.

_ Basta León, no es lo que…

_ Parecía?

_ Basta, no parecía nada. Además, no podemos asumir que todos somos iguales.

_ Yo no lo hago en la oficina.

_ Yo no hago nada!

Esperar que León comprendiera la situación con seriedad era en vano. Deje el café a medio tomar y agarre mi cartera.

_ Me voy.

_ Te llevo. Me dijo automáticamente León. La puerta se abrió de repente y un malhumorado Ramiro salió seguido de Barbie que me asesino con los ojos. Pensé en desaparecer, pero la realidad es que yo no había dicho nada.

_ Yo la llevo. Dijo con voz de ultratumba Ramiro. No encontré en mi ninguna razón para negarme, pensé mientras miraba el mechón de pelo. Nos miramos a los ojos. Él no era el único malhumorado. Barbie miro a león y le hizo una seña, esté se despidió de mi con un guiño. Ramiro no le saco la vista de encima. Una vez que se fueron, Ramiro me tomo del codo y nos condujo a donde estaba su camioneta. Me solté para subirme, pero antes de llegar me abrió la puerta. Un caballero.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.