Hadas, aquellos seres míticos que todos creen que son de fantasía pero que resultan ser tan reales como tú o como yo. Una de las leyendas más antiguas de nuestro pueblo cuenta la historia de un amor imposible, no porque los enamorados no pudieran amarse sino porque era imposible que pudieran siquiera encontrarse.
Te explico porqué, en el principio del tiempo cuando la tierra de los hombres se formó y estos surgieron también lo hicieron las hadas; se creó su tierra ajena al conocimiento de los humanos, aunque eso no quiere decir que las hadas no supieran de la existencia de estos.
Las primeras en nacer fueron las temporales, se agruparon en sectores que comprendían sus poderes y ajustaron su tierra a ellos. Fue cuando decidieron formar las estaciones en el mundo de los humanos. Las que aparecieron después, fueron las hadas de la naturaleza, estás se encargaron de ayudar a los animales del mundo humano, los protegían de la brutalidad de estos y les ayudaban a vivir en paz.
Cuando los humanos crecieron en número la variedad de hadas lo hizo también, fue cuando aparecieron las hadas más poderosas de todas, las empáticas. Capaces de dominar a todas las demás hadas con sus poderes. Fueron veneradas al principio y todas ellas se encargaron de hacer el bien entre su pueblo cuando las escogieron como líderes.
Hasta que el caos se desató en aquella tierra de fantasía cuando aparecieron las hadas empáticas oscuras. Nacieron de la ira, el desenfreno, odio, dolor y todas aquellas emociones oscuras de los humanos.
Estás hadas fueron tan temidas como despreciadas; según el resto de sus semejantes eran completamente despreciables, sólo estaban ahí como un triste recuerdo de la podredumbre que estaba consumiendo a la humanidad.
— ¡¡Pero yo te amo!! —Grito embravecida un hada del amor ante del que debía ser su pareja vinculada, otra hada del amor.
—Tú no fuiste a quien me revelaron las aguas del apego —a este río acudían todas las hadas que estaban en edad de casarse para averiguar quién era su pareja con la que habían nacido vinculadas.
—Nosotros estamos vinculados —aseguró una hada de alegría, el amor y la alegría se habían unido.
— ¡Mi señor rey! —Se arrastró suplicante la que al parecer había sido vinculada a una hada que tenía un vínculo más grande y fuerte que el suyo con otra.
— ¡Lo lamento, Silver! —Aseguro el rey con lágrimas en sus ojos, era la primera vez que experimentaba aquella emoción tan fuerte de frustración—. ¡Lo lamento, de verdad! En todas las centurias de nuestra existencia jamás había pasado esto.
— ¿Entonces estoy destinada a pasar el resto de mis días sola? —El rey negó con la cabeza pero se detuvo tan pronto como el gesto empezó—. ¿Seré una hada del amor sin "Amor"? —Gruesas y pesadas lágrimas brotaban de sus ojos como torrentes de agua.
—Es que esto es imposible que este pasando —murmuro el que debía de ser su pareja vinculada—. Las aguas del apego no me mostraron tu rostro, me mostraron el de ella —entonces tomó la mano del hada en cuestión.
Cuando Silver vio aquello se quedó sin palabras, una oleada de dolor arrasó su corazón y la amargura llenó su sangre hasta que se desbordó y no pudo seguir en pie. Él era su prometido; las aguas del apego no mentían, jamás lo habían hecho, por qué estaba pasando aquello, ella solo quería tener amor.
— ¿Y ahora qué? —Grito con estruendo a gran voz. Todos se exaltaron, y por primera vez una mezcla de emociones se materializaba en el ambiente—. ¿Cuánto he de esperar para poder encontrar a mi amor prometido? No quiero vivir en soledad, temo nunca conseguir amar.
El prado, en el que estaban todos congregados, se tornó opaco y brumoso, el sol se negó a dar su brillo y las nubes opacaron el medio día. De la nada un grito de pavor rompió el silencio en el que se habían sumido.
Hadas oscuras se habían hecho presente, las hadas del miedo estaban haciendo de las suyas entre el resto de sus hermanas y una en especial parecía disfrutarlo de una forma bastante sádica.
—Deja ya, Nikto —reprendió, el que parecía ser el rey, al susodicho.
—Míralos todos, tan bonitos y elegantes, todos ignorantes de la vida —acuso son desprecio Nikto—. Ajenos al verdadero sufrimiento —sus ojos chocaron con una hada de la riqueza que lo observaba como si fuese un bicho asqueroso que se había cruzado en su camino.
—Ustedes y su reino de oscuridad y podredumbre no deberían contaminar nuestra tierra.
—En esta vida no hay luz sin oscuridad, querido amigo —agregó una hada oscura que no había hablado antes.
— ¿Qué hacen aquí tus hadas oscuras, Aimar? —Cuestiono Blanco, el rey de las hadas de luz—. Nuestros pactos siguen vigentes y no puedes estar aquí.
—No podemos cruzar las tierras del otro reino sin una previa invitación —concedió el rey Aimar—, pero ustedes me lo dieron al sentir lo que llaman "sucios y bajos sentimientos"
—Nosotros somos incapaces de comportarnos como unos monstruos de la noche al igual que ustedes —acusó un hada y muchas otras lo secundaron en airosos alaridos.
Aimar sonrió con sorprendente calma, mientras que su hijo gruño por lo bajo y condenso su poder en una espesa neblina que se propagó por doquier. Ante aquel gesto, sus congéneres lo imitaron, propagando así el terror y dolor a todos aquellos que eran tocados por la neblina.
— ¡Ya basta! —Ordenó el rey oscuro y sus súbditos obedecieron, a excepción de su hijo—. ¡Nikto! —De muy mal ánimo pero obedeció—. Ustedes nos temen y desprecian, pero son iguales que nosotros, igual que los humanos; son capaces de hacer tanto daño como bien. Capaces de las más grandes maravillas como de las peores atrocidades.
—Fuera de nuestras tierras —vociferó Blanco.
—La ira es un mal enemigo —advirtió Aimar al ser consciente de la ira que empezaba a nublar los sentidos del rey de luz—. Y por supuesto que nos iremos... —volvió a ver la pequeña hada del amor de rodillas en el suelo abrazándose a sí misma, ahogándose en las lágrimas de su dolor—. Pero queremos que ella venga con nosotros.
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Editado: 01.05.2022