En el partido, Yami contra Gerardo, el primero tiene las de ganar. Sin haber jugado antes, Yami está ganando con facilidad, como si el deporte estuviera en su sangre. Gerardo, cansado y sediento, decide rendirse.
— ¿Cómo es que puedes jugar así? ¿Ya lo habías jugado antes? — le dice Gerardo a Yami, desde el otro lado de la cancha.
— ¡No te escucho! —le grita Yami.
Gerardo se da cuenta que, habla desde el otro lado de la cancha, le hace señas a Yami para que o siga y se sienta en una banca del lugar. Yami llega y se sienta a su lado.
—Te pregunte: ¿Ya habías jugado antes?
—No y no sé porque pensabas que te estucharía del otro lado de la cancha. No estaba a lado tuyo para escucharte.
—Supongo que, no lo pensé.
—Por cierto, no sé si es porqué tengo este deporte en mi sangre, pero soy muy bueno jugando.
—Es una pregunta sin respuesta y quizás nunca lo sepamos.
—También otra cosa, ¿Cómo lograron pagar un hotel tan lujoso? Sinceramente, esperaba un hotel de turistas.
—Yo también, Yami. Creo que alguien fue generoso.
—Demasiado caro. No somos hijos de empresarios.
Mientras hablaban, un hombre se les acerca por atrás y les dice:
¿Una partida contra el ganador? – dice un hombre.
Ambos muchachos voltean y ven a un Señor con ropa deportiva. Listo para una partida.
¿Se refiere a mi? –pregunta Yami.
—Claro— le contesta el Señor.
—Me llamo Yami.
¿Yami? Es extraño nombre. ¿Eres de descendencia japonesa? ¿Descendencia China?
—No. Es mi apodo.
¿Y tu nombre?
—No me gusta mi nombre.
¿Cómo qué no? –pregunta sorprendido el Señor.
—Nadie sabe la historia del porqué prefiere que se le llame por su apodo que por su nombre— le comenta Gerardo.
—Me gustaría saber esa historia— dice el Señor.
—Todos deseamos saber esa historia –dice Gerardo.
Yami se levanta de la banca y con tono enojado empieza hablar.
¿Va a querer una partida de tenis? —pregunta Yami.
—Está bien, no te enojes— le dice amablemente el Señor.
Mientras el partido iniciaba, uno de los profesores, se acerca a Gerardo y se sienta a lado de éste.
¿Se enojó Yami con el Señor? — pregunta preocupado el profesor.
—Sí, ya qué sé habló de la historia detrás del apodo.
—Espero que no termine mal.
¿Qué le preocupa, profesor?
—Es el dueño del Hotel, y no quiero que nos saque de aqui.
—No creo que nos saque de aquí.
¿Por qué tan seguro?
—De seguro nos cobra por todo.
—Eso es peor.
Después de un rato, estando tranquilos mirando el partido, notan que, Yami la tiene difícil. Encontró un rival de su mismo nivel.
—Yami, si que es bueno. ¿Ha practicado antes? –pregunta el profesor.
—No. Al parecer, lo ha de tener en la sangre— le responde Gerardo.
—Al menos, no creo que nos saque del hotel.
—Profesor, ¿cómo consiguió que nos hospedáramos en el hotel?
—El dueño vino a la escuela y digo que pagaría todo el viaje y hospedaje. No los regalo, básicamente.
¿Por qué?
—No lo sé. Tuve mis dudas, son ustedes muy jóvenes, y él es un adulto que deja entrar a personas jóvenes pues… No lo sé. Por eso los acompaños yo y, algunos profesores más.
—Solo lo he visto a usted.
—Bueno, sí, pero los otros, viajaron a parte y ese autobus iba a salir más tarde. No tarda en llegar.