El bate hace su recorrido y se escucha la música del mar. El viento sopla y el olor a mar cubre todo. El sonar del agua contra el bote se escucha como música para los oídos. Yami, realmente se tranquilizó y no fue el único.
—Yami —dice una voz cerca de él.
Al dirigir su mirada hacia donde se encuentra esa voz, ve que es Cristian, el hijo del dueño del hotel.
—Sé qué te preocupas, pero el barco debió relajarte.
—Sí. Es tranquilo, el sonido del océano siempre me tranquiliza cada vez que puedo venir.
— ¿Cuántas veces has podido ir al mar? —pregunta Cristian.
—Desde que era un pequeño, pues, cinco veces. Siempre me gustaba sentir el aire entre mi cabello, pero esta vez, mi cabello es corto.
—Perdona por el corte, pero fue para que pudieras ir al evento.
— ¿Por qué quiso que fuera? —pregunta Yami.
—No sé si deba decírtelo, pero no es malo. Mi padre sigue y sigue con sus ideas, pero no es malo.
—Mis amigos no piensan lo mismo, o al menos están muy preocupados.
—Creo que debes hablar con mi padre, debe ser ahora, mientras el mar lo relaja. Por cierto, no tardamos en llegar a la isla privada.
—Bien, pero ¿por qué?
—Quiero que hables con él.
Yami termina obedeciendo por el temor que le diga a su padre algo y termine con una cuenta por pagar.
Entra a la parte inferior del bote, encuentra al dueño del hotel, frente una gran ventana, en una silla de apariencia muy cómoda y con una copa en la mano. Él nota a Yami y lo invita a ponerse a lado de él. Yami acepta.
Vuelve a tener estrés al temer por una futura cuenta a pagar.
—No te sientas mal, Yami. La vista es buena, incluso podemos abrir la ventana y sentir el viento.
— ¿Le gusta sentir el viento del océano?
—Sí, cuando era más joven, tenía el cabello largo y me gusta sentir el viento del océano en mi cabello.
—A mí también, pero me tuvieron que cortar el cabello para ir a la cena.
—Por formalidades.
— ¿Me escuchó hablar con su hijo? Es que dije que me gustaba sentir el viento del océano en mi cabello.
—Si te escuché, pero realmente me gusta lo mismo. No miento.
—Si le soy sincero, temo en pagar una gran cuenta y solamente obedezco para evitar eso.
—Todo esta pagado, joven. Yo los invite y no tienes que preocupado.
—Lamento si lo he estresado con este tema.
Un minuto incomodo se dio entre los dos.
—Señor, ¿quiere que sea acompañante de su hijo? ¿Por eso se interesó en mí? —pregunta Yami.
Ante esa pregunta, el Señor deja la bebida en la mesa, se levanta y dice:
—Bueno, si hay una razón, pero no sé si deba decírtelo.
—Dígalo, ya que estamos siendo sinceros.
—Bueno, la verdad es que.
— ¡Ya llegamos! —interrumpe un empleado.
Ambos voltean a ver al empleado y atrás de éste estaba un hombre de ropa más formal.
—Los negocios, Señor — dice el hombre.
—Bueno, hablamos después Yami. Diviértete con Cristian y tus amigos.
Dicho eso, el dueño del hotel se marcha y, ahora, Yami entiende que realmente hay un motivo.
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Yami y Cristian, por la orilla de la playa mientras miran a los amigos de Yami divirtiéndose en el agua.
—Es malo que mi padre no te pudo decir nada, pero sé que un día te lo dirá —dice alegremente Cristian.
—Si tú lo sabes, ¿por qué no me lo dices?
—Yami, es a mi padre que le corresponde eso, no a mí.
Dicho eso, un empleado corre hacia ellos con dos cometas en las manos.
—Hace un buen viento señorito Cristian —dice el empleado.
—Bien, podemos ir a volar cometas. El mejor lugar, es en lo más alto de la isla.
Dicho eso, ambos agarran un cometa y toman camino hacia lo más alto de la isla. Lo más alto se encuentra en el centro de la isla, una montaña no muy alta, pero es el lugar más alto del lugar.
—Será una gran subida— dice Yami.
Aprovechando que, el empleado los siguió, Yami le ordena traer euipo para escalar y el empleado, obedece la orden.
— ¿Quieres escalar? —pregunta Cristian.
—Claro, además, será divertido llegar así a la cima— le contesta.
— ¿Sabes escalar?
—Claro, bueno, tu, ¿sabes escalar? —pregunta Yami con tono de preocupación.
—Es una de las actividades del club —le contesta en tono alegre—. Además, he subido esta mini montaña, varias veces.
— ¿Enserio? Me alegra. Pensaba que te ibas a caer y sería mi culpa.
—Descuida, Yami. Ahora, esperemos que nos traigan el equipo.