Los primeros rayos de sol proyectan la ventana, los ojos me arden y siento una sensación horrible en el estómago, como cuando alguien que amas mucho está a tu lado, pero luego te das cuenta de que no lo está. Salgo del hostal con la esperanza de encontrarlo, y me dirijo por una calle donde las pocas cosas que hay están expuestas en grandes vitrinas abiertas, todo sobre la vida de un pueblo tradicional y sus permanentes misterios. Quizás algunos turistas les llaman la atención estas cosas, porque para mí son insoportablemente aburridos.
Ya llevo más de veinte veces que miro el celular, esperando la llamada del comisario diciéndome que acaba de encontrar a Buddy. Dejo de caminar, porque acabo de ver un objeto que se destaca del resto de cosa viejas. Ocupa un lugar de honor en la parte delantera de la vitrina, al lado de un viejo libro sobre la cría de animales. Es una fotografía con un marco de plata, que muestra la estatua de un enorme perro de bronce. Leo lo que dice en la parte inferior de la fotografía:
SÍMBOLO DE LA CRUELDAD HUMANA
No voy a negar que me causa curiosidad saber un poco más sobre esta fotografía, pero mi objetivo principal es hallar Buddy lo más rápido posible. Necesito salir de aquí, pero necesito a Buddy conmigo. Así que entro a…
CAN TONI
Es una taberna, y siento como si estuviera bajo la amenaza de ataques de miradas de las pocas personas que hay, pero la tensión parece desaparecer al instante, ubicándome rápidamente en la barra.
—Que le sirvo niño bonito —me dice una mujer, que parece estar odiando su trabajo.
—Solo quiero un vaso con agua…
La mujer piensa durante un momento, dirigiendo la mirada al techo.
—Ya, se lo traigo…
Con el aire cargado de olor a licor y de humo de cigarrillo, busco a la persona que quizá pueda ayudarme, sin embargo, creo que fue una mala idea…
—No eres de aquí, ¿cierto? —me dice la mujer.
—Gracias, por el agua. No, solo vine por gasolina, y…
—Déjame adivinar, te gusto este aburrido pueblo.
—De hecho, se me perdió mi perro y no puedo irme sin él.
El semblante de la mujer se ensombrece, de una forma curiosa.
—Pierdes el tiempo, nunca lo encontraras.
—¿Por qué todos me dicen lo mismo? Yo no puedo irme sin él, no lo abandonaré aquí.
—Al final lo hacen, pierden las esperanzas y se devuelven hacia sus ciudades. Lo único que dejan son carteles que con el pasar del tiempo se deterioran.
—Debo irme, ¿Cuánto le debo?
—La casa invita.
Pero entonces se me ocurre una pregunta, una que me ha estado fastidiando durante horas.
—¿Por qué vienen a este pueblo? —le digo—, que ni siquiera está en el mapa. Además, no hay nada interesante, al menos que haya caído un meteorito en algún lado, y no lo sepa.
—Quizá no aparezca en el mapa, pero si está en internet. Vienen a ver la calle Roosevelt.
—¿Y qué hay en esa calle?
La mujer saca de su bolsillo un bolígrafo y el recorrido de su punta termina en mi mano.
—Ve a esta dirección y el señor Morris te dirá todo lo que quieras saber.
Permanezco en silencio mientras ella se marcha, y me da la impresión de que trataba de no involucrarse mucho, pero si hace que dude, claramente estaba ayudándome, de una forma sutil por supuesto, sin que nadie sospechara.
**
—¡Oye, muchacho!
Oigo esa voz detrás de mí, sin duda, es el comisario. Espero que me tenga buenas noticias, que adentro de su Ford Crown Victoria este Buddy, para escuchar su ladrido, queriéndome dar un baño de babas. Sin embargo, mis ojos notan que adentro de su coche patrulla solo hay un hombre en la parte de atrás.
—Sube —me dice.
Fijo la mirada en el oficial, y pienso que quizá tenga algo que decirme sobre Buddy. Sin dudarlo, me subo a su coche patrulla. Miro hacia la parte de atrás.
—¿Y él quién es? —le digo.
—Es un hombre que posee habilidades…
—¿Habilidades?
—Habilidades de meterse en problemas.