Yo Te Cuido

CAPÍTULO 9

Le ato las manos y los pies con cinta adhesiva, pero la señora King sigue maldiciéndome y no deja de hablar. Lo más sano para mi tranquilidad sería taponarle la boca con la cinta, pero necesito que me indique el lugar exacto donde esta Boddy. Creo que estoy perdiendo mucho tiempo, por eso me inclino hacia delante, luego la levanto y nuestras caras se topan. De inmediato, puedo oler su aliento por lo que me doy cuenta de que ha exagerado en su enjuague bucal.

—Lo lamentarás, ya estás muerto —me dice, mirándome a los ojos con una expresión de odio.

—Cierra la boca, bruja.

—Cuando mi hermano te atrape, te hará picadillo y luego se lo dará a los perros.

—Lamento haberte dañado la cita con Josiah, creo que hacían una buena pareja… bueno; aunque algo dispareja.

La mujer me escupe la cara en cuanto se lo dije, y de inmediato, la suelto.

—Creo que me rompiste un hueso, desgraciado —me dice, escupiéndome de nuevo.

—Solo fue uno, de los doscientos seis que tienes —le digo, mientras me seco la cara con la camiseta—. Así que no llores.

Vuelvo y la levanto, pero esta vez la subo a la vieja camioneta azul que conducía el mecánico, y por suerte había dejado las llaves en el auto. 

—Muy pronto anochecerá y mi hermano se dará cuenta de lo que has hecho… así que date prisa si quieres ver a tu Buddy vivo por última vez.

—Mejor dime cuál es el camino, y espero que no me mientas o sino cuando tu hermano se dé cuenta será demasiado tarde, porque encontrará a su querida hermanita en medio de la carretera con un tiro en la cabeza.

Miro a través del parabrisas mientras conduzco, y noto que el sol ya está casi a punto de ocultarse en una espesa nube negra. Enseguida niego con la cabeza, observando a la mujer lucir una amplia sonrisa. Luego me mira como si supiera algo sobre mí, como si estuviera jugando, como si tuviéramos una broma privada. Retiro la mirada y me concentro en la carretera.

—¿Qué te causa tanta gracia? —le digo.

—La forma en cómo vas a morir…

—Ahora resulta que eres vidente.

No oigo lo que me dice porque mi mente ha ido a otro lugar completamente distinto y ya no presto atención a las palabras que está diciendo la asesina de perros, sino recordando cuando Buddy y yo no quedamos solos en casa escuchando Rude. Decidí hacer la cena mientras agarraba sus patas delanteras y bailábamos por toda la casa. Jugábamos a las escondidas, pero Buddy tenía la mágica habilidad de encontrarme tan rápido, que tuve que decirle que estaba haciendo trampa, pues yo no poseía su gran olfato. De repente, vuelvo a oír risas, o quizá sea un grito.

—¡Oye, imbécil! ¡Es ahí! —me dice.

Detengo la camioneta y mi corazón me late a toda velocidad, no puedo creer que este tan cerca de encontrarme con Buddy. Me presiono las cuencas de los ojos con las palmas de las manos para reprimir las lágrimas e intento concentrarme, porque no sé con qué me encontraré después de que ponga un pie fuera del auto.

—Te recuerdo que el señor Smith fue un gran cazador, y si fuera tú, tendría mucho cuidado. No vaya que inesperadamente una bala atraviese tu maldito cráneo.

—¿Cazador?

—Y de los buenos. Muchas cabezas de animales decoran su casa. 

—No intentes nada, voy a entrar…

Por si las dudas, le cubro la boca con la cinta adhesiva. No vaya a ponerse histérica.

—Ya, no quiero que hables —le digo.

Es una elegante casa de madera, y parece muy cómoda, rodeada de un espeso bosque, además, tiene una vista para ver pasar la tarde, pero que me importa la casa y cargo la escopeta. Seguro que detrás de esa puerta no hay nada bueno, pues alguien que compra perros para hacerles daño, debe ser alguien que está mal de la cabeza.

Siento un poco de desconfianza al ver la puerta entreabierta, pero sin dudar entro a la casa. Solo se oye el silencio, y el corazón sigue latiéndome con fuerza, debe ser la adrenalina. En efecto, hay muchas cabezas de animales: cebras, venados, lobos, coyotes, zorros, leones y no sigo, porque siento las pulsaciones del flujo sanguíneo en la cabeza de observar tanta crueldad, sin duda, estoy ante un psicópata que mata por placer.

Desde aquí puedo ver el jardín trasero, pero de pronto, llegan a mis oídos ladridos. Pienso en Buddy, no he podido pensar en otra cosa. Necesito verlo… Así pues, por más peligrosa y temeraria que sea, me dirijo hacia los ladridos.

—Bienvenido a mi casa, muchacho —oigo una voz detrás de mí.

—No me haga nada, solo vengo por mi perro —le digo.

—Vaya, por fin encontró a su desagradable animal.

Mantengo la mirada al piso y respiro lentamente mientras intento desentrañar ese tono de voz, pues creo reconocerla.

—Deja el arma en el suelo.

Lo obedezco, de lo contrario, me considerará una amenaza.

—Camina… ¡Muévete!  

Temo decir algo equivocado o que se me escape algún movimiento indebido. Así que camino despacio.



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En el texto hay: drama y misterio, perros, drama amor

Editado: 09.05.2020

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