Yo te quiero.

10. Un día normal.

 

Sofía

Sofía.

Se recuesta al lado mío sin emitir ni una sola palabra.

No es la primera vez que esto pasa y me siento frustrada por eso. Mi cuerpo me está pidiendo algo de tacto, y es normal, tu no haces juegos previos para sencillamente no iniciar nada. Alejando mis frustraciones sexuales y mis ganas de gritarle, tomo una bocanada de aire. Esto ha ocurrido más de una vez y siempre llegamos a este punto. Espero a que me lo explique, pero no lo hace.

No sé si es que nunca ha estado con una mujer y le da vergüenza decírmelo o yo qué sé.

Cuando tenía encuentros con Patrick siempre solíamos iniciar y acabar rápido, porque eso pasaba cada vez que nos veíamos. Nunca me sentí como me siento cuando Mateo me besa, cuando sus manos están en alguna parte de mi cuerpo. Lo que pasa con él es demasiado diferente a lo que yo tenía con Patrick. Estoy dispuesta a que ocurra, quiero que ambos pasemos a ese lugar de la relación, ¿qué lo detiene?

—¿Hoy tampoco dirás nada? —inquiero. Mis ojos se empañan mientras miro al techo. Me siento tonta por seguir esperando explicaciones y me cuestiono muchas cosas sobre mí, ¿no le atraigo?, ¿qué tengo en mí que lo hace alejarse?

—Quita cualquier idea que tu cabeza esté pensando, Sofía —habla con la voz afectada por el ritmo de su pecho —. Yo… —se queda en silencio.

—Pensé que esta relación se basaba en la confianza, y si, tienes miles de secretos que prometiste decirme luego. Pero ahora quiero una explicación —una lágrima se me escapa—Si no te gusto me puedes decir sencillamente.

—No es eso —habla con seguridad—. Yo soy el problema.

—¿Es tu primera vez?

—No.

—¿Entonces?

—Es por dos razones… La primera es que tengo miedo a que no sea bueno en esto y que lo compares con experiencias que hayas podido tener antes —limpio mi mejilla, me siento patética—. La segunda es que solo he estado con una persona en toda mi vida. No tengo un repertorio como el de mis hermanos o un joven normal de mi edad —Me siento en la cama y me giro a verlo.

—¿Crees qué te voy a juzgar?

—No. Pero yo lo haré, Sofía —Sus brazos están detrás de su cabeza y su mirada fija en el techo sin verme a los ojos—. Tengo inseguridades, y lastimosamente tengo que lidiar con ellas. Lo siento si estoy siendo egoísta contigo.

—Creo que merecemos pensar en esto con calma —me doy por vencida—¿Esa persona era tu novia?

Nunca ha llegado el punto de hablar de eso, se supone que él no venía con nada de eso y que él sabía lo que yo tenía con Patrick; quien vendría a ser la única persona con la que he estado.

—Si.

—Santiago ni ninguno de tus otros hermanos mencionó que hayas tenido novia —replico.

—Porque nunca la presenté, nadie supo que tuve novia hace dos años —contesta.

—¿Por qué?

—¿Por qué haces tantas preguntas? —inquiere molesto—. No vale la pena hablar de eso. Yo nunca te he preguntado qué pasó con Patrick o cosas así y, es por la sencilla razón que no cambia lo que nosotros tenemos ahora. No me gusta hablar de mi relación anterior, solo quiero disfrutar de la que tengo ahora.

—No te tienes que poner bravo —me cruzo de brazos, esta vez me mira.

—Odio que me presionen.

—Odio que me griten.

—Entonces salgamos de acá antes que eso pase —se levanta de la cama.

Recoge su camisa que está en el piso y las gafas de un lado de la cama, me da la espalda mientras se la pone y las marcas de los golpes que le daba su padre se le notan. Siempre me he preguntado cómo es que nadie se dio cuenta del maltrato que Alfredo le proporcionaba, porque por las marcas deduzco que cada golpe dolía como un demonio.

Se gira de pronto y su rostro queda a unos centímetros de mí cara.

—Si me gustas, si me alborotas las hormonas y si quiero que esto suceda —Trago saliva, este hombre me hace pasar por tantas emociones en tan solo minutos—. No tengas ese tipo de inseguridades, porque no son el problema y te aseguro que tampoco lo serán más adelante.

Se separa y camina hasta la salida.

—¿Quieres quedarte? —pregunta—. Porque voy a ser franco, odio estar acá —arruga la nariz.

—No, quiero ir a casa —Me toma de la mano y es de las pocas veces que lo ha hecho.

Abrimos la puerta encontrándonos a un grupo de amigos, los cuales son miran mientras abuchean haciéndose ideas incorrectas de lo que pasó allí adentro.

—Ve y te despides de Grace —Me separo y él se marcha para salir de la casa.

Dando brincos para ver sobre la gente donde está mi amiga, termino tropezándome y cayendo en el hombro de un chico que me mira con fastidio, me disculpo y continuo con mi búsqueda. A lo lejos veo a Jana con Enzo por lo que me acerco a ellos.

—¡Chicos! —Ella está bebiendo un licor de color rosa—¿Han visto a Grace?

—Javier la llamó —explica Enzo haciendo una mueca—. Cosa que hizo que tomara cualquier copa que se le cruzara y mirara allá —me señala la dirección del patio que está en la izquierda. A lo lejos la veo con una de sus compañeras, riéndose.

—Ya sabes, Enzo, ni una sola gota de alcohol —le advierto. Este ríe afirmando con la cabeza —. Nos vemos, Jana.

Ella me regala una sonrisa y es tierna, me recuerda un poco a Aina. Aunque todo el mundo que tenga esas sonrisas, lo hace.

Camino hasta donde está Grace y con la mirada de algunos sobre ellas, tomo su muñeca y sin esperar que me vea la hago caminar hasta un lugar donde sus amigas no escuchen.



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En el texto hay: secretos, vecinos, chico nerd y chica popular

Editado: 24.12.2021

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