THOMAS
Desde el día de nuestra aventura, pasó otro mes. Y fue el que tuvimos que esperar para que Dylan regresara a Ámsterdam y Zoe y yo pudiéramos ir a Londres. Estábamos en el avión escuchando como siempre a Taylor. Zoe dice que ahora nuestra canción es Love Story[1]. No diré de qué trata, porque el título lo dice todo.
Una vez que abordamos el avión a Londres los nervios empezaron a aparecer y por muchas razones: la primera es que tenía ya más de un año que había huido, sólo habían hablado con mi mamá por teléfono y una vez por vídeo llamada, donde le platiqué todo lo que había pasado desde ese día, hasta ahora; sí, le dije que me casaría. Al principio me dijo que dejara de jugar con "esos temas delicados", según ella, le envié la foto que nos tomó Dylan y fue entonces cuando me creyó y que esperaba el día en el que llevara a Zoe para conocerla.
Y bueno, hablando de conocer gente nueva, la segunda razón por la que estaba hasta los nervios era porque iba a conocer finalmente a los amigos de Zoe. Ella ya me había platicado como eran, cosa que no me sorprendió porque los míos eran igual, incluso hasta peor. El hecho de cómo eran no me quitaban la crisis de nervios que tenía.
–¿Tommy estás bien? –Zoe me miró. Con sólo verla me olvidé por un momento lo que estaba pasando.
–Sí –le sonreí.
–Ya casi llegamos –dijo sin dejar de mirarme y los nervios se hicieron más presentes.
–Está bien –cerré los ojos para tranquilizarme. Nunca se me hubiera ocurrido que esto pasaría, ni siquiera me pasó por la mente. Si lo hubiera previsto antes ahorita tuviera una idea de cómo comportarme o qué decir.
El avión aterrizó en el aeropuerto y los nervios crecieron más. Maldita sea, tenía que controlarme. Zoe me agarró de la mano porque sabía que estaba nervioso, aunque no se lo hubiera dicho. Me conocía más de lo que yo me conocía a mí mismo. Qué lindo. Tomamos un taxi que nos llevara a la colonia en donde vivía Zoe. Era un lugar muy alejado del centro, y que, sinceramente, ni sabía que existía.
El viaje fue en silencio; pero era un silencio agradable, el cuál aproveché para pensar en lo que podía decir en cuanto tuviera a sus amigos frente a mí. Bajamos frente a una casa muy bonita y que, literalmente, era hecha de cristal. Sólo una ventana estaba abierta y fue suficiente para saber que había más gente. Zoe iba a tocar la puerta y entonces un tipo castaño abrió.
–Hola Lou –saludó ella.
–Lotto que bueno verte –dijo él y se acercó para abrazar a Zoe. La soltó y se dedicó a examinarme. Sentí más nervios de los que ya había estaba sintiendo desde la mañana en que nos subimos al avión para venir hasta acá.
¿Lotto? ¿Qué es eso?
Todavía ni entrábamos bien y otro tipo castaño que también estaba adentro salió corriendo de algún lugar de la casa para abrazar a Zoe.
–¡Zoe! –aterrizó tan fuerte contra ella que casi la tira–. ¡Te extrañé muchísimo! ¡No vuelvas a dejarme con este trío de insanos! –le reclamó. Tuve que reprimir una risa. Supuse que era, si mal no recuerdo, Liam–. Sólo se dedican a hablar de Cheryl y de mí; también de ti y de tu niño hermoso. Sí, era él. Espera que...
¿Niño hermoso? ¿Qué mierda?
–Prometo que ya no te dejaré –respondió ella ignorando el apodo hacia mí y empezó a reír. La miré embobado y enamorado. La luz que sobresalía de sus ojos al saludar a sus amigos me decía que esto era lo que ella quería para ser feliz. Amaba verla así, feliz, sonriente y siempre con algo muy bonito que decir. De lo que estaba muy seguro era que la amaba, y lo haría hasta mi último soplo de vida.
–Espero que sí –besó su mejilla. Esta vez entramos y otro tipo con cabello rubio-castaño salió a nuestro encuentro.
–Supongo que tú debes de ser el modelito –se dirigió hacia mí y todos los presentes voltearon en mi dirección. El sonrojo en mis mejillas no se hizo esperar.
Niño hermoso. Modelito. ¿Qué más estarían hablando de mí?