LUJURIA SALVAJE
Me apresuro a llegar y golpeo ligeramente la puerta. No estoy segura de que es lo que le voy a decir, pero quiero que entienda que no ha ganado para nada y que yo también puedo ponerlo nervioso si quiero hacerlo. No encuentro respuesta y al girar la chapa la puerta se abre, ingreso y me fijo en que el lugar tiene un estilo rústico que me gusta. Está limpio y de pronto escucho unos pasos provenientes de una habitación. Me dirijo hacia allá en un trance, como si fuera una abeja que es atraída al polen.
Lo primero que percibo es el aroma como de menta y almizcle mezclados deliciosamente en el aire. Al ingresar me quedo viendo su espalda ancha y su trasero marcado, siente mi presencia, así que gira para encontrarse con mi mirada. Inmediatamente, mi vista se desvía al bulto que se forma en su bóxer.
—¿En la ciudad no les enseñan a tocar las puertas? —El tono de su voz es divertido y tiene una sonrisa en sus labios.
—¿Y en el campo no les enseñan a cubrirse? —Esta vez me esfuerzo por no dejarme seducir y mantener la cordura.
—¿Te molesta?
—Por supuesto que me molesta —respondo seria.
—¿Entonces por qué sigues viéndola? Mis ojos están arriba —Mis mejillas se ruborizan al darme cuenta de que me ha descubierto, no es mi culpa, eso llama mucho la atención.
Sonrío ligeramente y lo miro a los ojos. El juego de seducción ha empezado, veamos quien ruega a quien.
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