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FRAGMENTO:
Su lengua se abrió paso por la carnalidad jugosa de aquella abertura, hundiéndose v!olento y sin control, enajenado le recorrió la cavidad y mordió con saña los labios que buscaban desesperados el contacto. Kieran no dejó de aprisionar su cuello, pero sintió como aun en el forcejeo iracundo, la muchacha se pegaba a él, atrayéndolo desde donde lo sujetaba. Soltó su boca, se hundió en esos ojos vidriosos de excitación y la contempló otra vez, incauto de creer lo que veía. Era una mald!ta hija de Caín, sonriendo explícita y deseosa, sobre todo cuando su lengua se estiró perversa entre la humedad de sus labios, como un réptil queriendo alcanzarlo.
—¿Quién eres, niña? —gruñó liberando su cuello, pero aprisionándola con el resto de su cuerpo.
—Créeme que ese apelativo… —expresó al mismo tiempo que las fogosas manos lo empujaron desde su pecho hasta dejarlo contra el tocador. Kieran no abandonaba su turbación y mucho menos la lascivia desmedida que se formaba en su miembro—, no me queda…
El cuerpo de aquel hombre se halló envuelto entre los brazos de una joven que parecía poseída por el mismo demonio del pecado, refregándose insaciable sobre él hasta enloquecerlo. Las manos de Kieran sujetaron el largo cabello, obligándola a echar su cabeza hacia atrás y extendió su lengua caliente por la tersura de su cuello hasta llegar a su barbilla y arrastrar los dientes. La oyó gemir sonoro y solo ese sonido logró disipar la bruma alcohólica del todo, para consumirlo en una niebla sexual y voraz.
—Ya lo veremos… —amenazó.
Con brutalidad la tomó del brazo para colocarla justo donde él estaba y de frente al tocador. Lista, adiestrada, ella apoyó sus manos sobre el mueble y levantó su rostro mordiéndose los labios sensuales mientras lo enfocaba a través del espejo.
—No tengas piedad, bebé… —murmuró tentándolo con esa voz letárgica, doblándose más para exponer la redondez de su trasero…
Era la imagen del delito, verse detrás de aquella belleza que esperaba ser corrompida por un hombre que en ninguna vida podría atreverse a soñarla, porque simplemente… estaba fuera de su alcance, era una maldita trasgresión a lo que siempre había vivido.
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