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—Así lo haré. Hemos hecho trato de palabra pero solo hace falta firmar los papeles.
—Hablando de papeles aquí está la encargada de eso… La señorita Sophia Miller—dice mi suegro captando mi atención ya que Trevor y yo estábamos cuchicheando mientras mi suegro hablaba con Crown.
La enana trajeada se ve diferente con vestido, sombrero de ala ancha y tacones ¿por qué se ha vestido así si viene a traer los dichosos papeles? Achico los ojos y levanto la barbilla como el saludo más amistoso que puedo tener con ella. Trevor se levanta y la abraza como el que se consigue con el mejor amigo del mundo. En el momento que logra poner su rosada mejilla en el torso de Trevor me mira directamente.
Una sutil sonrisa de reto dedicada a mí.
Pequeña zorra.
—… La señorita Miller es experta en certificaciones pura sangre y en llevar el papeleo de todo lo que implica, se la recomiendo mucho Crown—dice Trevor apoyando la mano en su espalda desnuda lo que no me gusta ni un pelo.
—Oh gracias, Tre, siempre tan lindo—responde con ojos soñadores.
—¡Wallace, te rodeas de jóvenes preciosas! Un placer señorita Miller.
—El placer es solo mío, caballero.
—Sofi, muéstrale lo que tenemos—dice Trevor con entusiasmo—Sophia ha seguido la línea genética de Lady Relámpago y posee inigualables genes. Yo mismo estoy sorprendido por las coincidencias.
Trevor se sienta a mi lado con una sonrisa que le parte el rostro en dos. Y yo me lo quedo viendo.
—¿Tengo algo en la cara, querida mía? —me pregunta en un susurro.
—¿Por qué no se lo preguntas a tu señorita Miller? —contesto yo en el mismo tono.
Trevor queda desconcertado pero luego sonríe como bribón. Le quito la mirada y me uno a la conversación de la magnífica Miller quien explica lo que consiguió en la línea genética de mi yegua al investigar su linaje y la calidad de potrillos que puede esperar después del cruce.
Desgraciada.
Pego un respingo cuando siento la mano de Trevor acariciar mi rodilla. El muy bribón ha vuelto a sus andadas de manos de pulpo. Yo bajo mi mano discretamente y lo golpeo. Trevor disimula el sonido palmeando su propia mejilla y musitando:
—¡Zancudos!
Todos continúan inmersos en la conversación sin prestarnos demasiada atención. Trevor me mira y yo musito por lo bajo:
—No te atrevas.
Sonríe. Ahora es un reto para él.
—¿Me tienes miedo, cariño?
—Permíteme reírme, Wallace—levanto mi barbilla.
Entonces se acerca más y susurra a mi oído:
—Oh, te reirás, amor… pero solo después de que te corras en mis dedos.
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