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De repente, la puerta de la oficina se abre, dejando pasar a una pelinegra de piel morena y piernas largas y contorneadas; quien se va directamente hasta donde se encuentra Franco, envuelve sus manos alrededor de su cuello y le estampa un beso en la boca, de esos de capítulo final de novelas mexicanas. Yo me quedo sorprendida, mirando la escena y cuando la chica se percata de mi presencia, voltea a verme y me pide disculpas.
—Lo siento , pensé que mi novio estaba solo.
La cara de Franco es un poema y yo solamente sonrío y contesto de manera cortés.
—No se preocupe, yo ya me retiraba— una extraña sensación se clava en la boca de mi estomago y me siento como si hubiese visto a mi novio con otra. Bueno no fue a mi novio, fue a mi esposo; pero no entiendo porque me siento así, si tengo claro que esto es un negocio.
Avanzo hasta la puerta y la voz de la chica me detiene.
—Mi nombre es Franchezka, ¿Quién eres tú?
Su pregunta por el tono que usa, raya hasta en la descortesía, pero como a mi me criaron para ser siempre reina, saco mi sonrisa de catálogo de revista dental y me acerco a ella con toda la elegancia y donaire que la ocasión amerita y le respondo.
—Mi nombre es Marisa Sugasti y soy la nueva… como te lo explicooo la nueva... accionista de esta empresa.
Creo que a Franco el alma le volvió al cuerpo, así como el tono de color de su cara. Estoy segura que creyó que me presentaría como su esposa, como que a mi me interesa que alguien sepa que el y yo estamos casados. Nada más lejos de la realidad, que eso.
—Ah siii, cariño no me dijiste que tenías una nueva socia. Esto hay que celebrarlo. ¿Que te parece si nos vamos de rumba hoy? Marisa, ¿Quieres acompañarnos? pregunta la pelinegra, y cuando voy a contestarle que no, me interrumpe Franco.
—No Franchezka, a Marisa no le gusta la fiesta, ella nisiquiera sabe bailar. – Y como si se me hubiera metido un espíritu chocarrero, lo miro con cara de asesina en serie y le digo a su noviecita.
—Claro que me encantaría acompañarlos y para su información señor Dometti, soy una excelente bailarina, el único problema es que necesito una pareja, pero si me dan el teléfono de Pablo el chico guapo que estaba hace un rato en la reunión de accionistas, estoy segura que resuelvo ese pequeño detalle.
—¿Pablo? ¿Se refiere a Pablo, mi hermano?— Franchezka voltea para preguntarle a Franco y este de mala gana le contesta.
—Sí, se refiere Pablo tu hermano—rrsponde Franco.
—¡Genial! tranquila Marisa, yo me encargo de que Pablo nos acompañe.
Cuadrada la hora y el lugar, salgo del despacho de Franco, me encuentro con mi tío y nos dirigimos al hotel donde nos hospedamos.
—Tío esta noche saldré con Franco, su novia y su cuñado— Mi tío me mira como si me hubiera salido otra cabeza. ¿Estas escuchando lo que estas diciendo?.
—Si, tío ¿cuál es el problema?
— Es que es un muy poco común que la novia y la esposa salgan juntas en una misma cita —Su sonrisa de burla me revuelve el estomago.
—Si, pero una mujer como yo sería incapaz de despreciarle una invitación, a la novia de su esposo.
Su sonrisa se congela y me lanza una mirada de advertencia.
—Marisa espero no estés tramando ninguna de tus locuras.
—Bueno si ya saben como soy ¿Para que me invitan?
—Ese es el tema, ellos no saben como eres, Marisa.
—Pequeño detalle tío, casi casi una nimiedad.
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