Recomendación de lectura y aviso importante
Feliz viernes para todos.
Paso por acá para informales que el capítulo de hoy de Amando a Nara puede que sea subido un poquito más tarde. Tuve problemas eléctricos en casa y mis dispositivos murieron.
Aprovecho para recomendarles UNA HISTORIA COMPLETA.
Lee Obsesivo compulsivo de Joselyn Cartes aquí
Fragmento:
Me meto en el gimnasio vacío y comienzo con mi rutina. No me detengo y sigo con lo que estoy haciendo hasta que unas manos toman mis caderas y me enderezan.
—Si no quieres lastimarte, debes posicionarte de este modo. —Reconozco la voz de Rocco y me separo en el acto.
—No es necesario que me toques. Puedes decírmelo —contesto tajante siguiendo con mis golpes.
—¿Si quieres te puedo entrenar? —se ofrece.
—No. Gracias.
—Tus movimientos son buenos, pero te falta táctica. Hagamos una tregua. Debes aprender a hacerlo cuánto antes y sabes que soy la mejor opción que tienes.
—Tregua de qué. Ya no significas nada para mí. Quedaste en un pasado que olvidé y tu cercanía no me mueve ni un pelo. —Veo una sonrisa arrogante en su rostro.
—Entonces, no le veo el problema a que te entrene. Debes aprender a usar armas. ¿Eso lo pudiste aprender?
—No y se lo voy a pedir a alguno de los chicos. No te necesito —informo.
—¿Tienes miedo de ceder a mis encantos mi pitufina Electra? —Pasa las yemas de sus dedos por mi brazo.
—Eso se lo puedes decir a tus mujercitas y yo no entro en esa lista. Ya no me importas. —Lo miro a los ojos desafiándolo.
—Una pelea entre los dos. Tres rounds, si ganas no te molesto más, pero si gano te tengo por quince días para mí y para lo que se me antoje. ¿Qué dices? —Sé de lo que es capaz, pero no voy a quedar como una cobarde.
—Trato hecho. Pero en esos quince días no interfiere nada de coquetería, solo entrenamiento y una que otra charla. ¿Estamos de acuerdo? —No pienso volver a ser su juguete.
—Trato hecho. Pero si quieres hacerlo no me opongo —comenta con su voz gruesa.
—Ya quisieras.
—Entonces, en guardia —exige.
Pongo mis puños tapando mi cara y camino alrededor de él. Tira el primer golpe y alcanzo a esquivarlo dándole otro en su brazo que logra moverlo un poco, hace como que va a darme otro golpe y se me tira encima, cayendo ambos al piso y sosteniendo mis manos sobre mi cabeza, apoya todo el peso de su cuerpo sobre el mío inmovilizándome.
—El primer punto es mío. No pienso golpearte, nunca podría, pero si someterte cómo sé que te gusta. —Sus palabras las dice sobre mis labios y comienzo a moverme para zafarme.
Él se levanta y estira su mano para ayudarme, la cual rechazo.
—Dijimos que tenías que ganar peleando, no sometiéndome, estás haciendo trampa. —Sacudo mi ropa.
—Es ganar a como dé lugar y no voy a golpearte Nel. Quedan dos. Si gano este pierdes la chance de todo, aparte me encanta sentir tu piel debajo de la mía. —Engreído.
—¿Qué pasa lindo, no conseguiste a nadie mejor que yo en mi ausencia? Las mujeres siempre te sobraron. —Trato de provocarlo.
—La verdad es que no. No estuve con nadie luego de ti. La mujer con la que me viste fue todo una treta, esa mañana en la esquina del local de Carmen una camioneta estaba esperándote para llevarte. Lo descubrimos con tus padres. —No le creo nada.
—Qué lástima que no hayas aprovechado mi ausencia, en cambio, yo si obtuve algo de experiencia y varios te superaron. —Su expresión se oscurece y sus ojos se ponen negros—: Cómo me tocaban o me besaban.
Desbocado y enfurecido, viene hasta donde estoy y logro patear con todas mis fuerzas sus canillas al correrme a un lado, cae al piso y sin perder tiempo, cojo sus dos manos, doblándole los brazos detrás de su espalda, al subirme arriba de él, entierro mis rodillas en sus omoplatos logrando una llave perfecta paralizándolo. Pongo mis labios en su oído diciéndole.
—Uno a uno corazón. La que viene es la decisiva.
Me paro y su semblante es otro, uno más serio. Relame su labio partido. Sé que con mis palabras logré hacerlo enojar y la verdad es que no me importa.
—¿Permitiste que tocaran mi cuerpo? —grita.
—No me grites y no es tu cuerpo, es mío y con él hago lo que quiera.
—¿Dejaste que te besen? —replica.
—Si, y se sintió delicioso. Cada pose que aprendí e hice con mi boca, cosas que no sabía que podía lograr.
Me tira de vuelta al suelo sin esperármelo y me besa con desesperación. Pasa su nariz por mi cuello oliendo mi olor, con sus piernas abre las mías y …
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