Al entrar y verlo tan delgado y tan frágil, debí…
Al entrar y verlo tan delgado y tan frágil, debí sentir pena, sin embargo, no sentí nada, ni bueno, ni malo. Solo me acerqué a su cama y mamá le susurró que yo había llegado. Al escuchar eso fue que abrió sus ojos y pude darme cuenta de que estaban apagados y que ya no le quedaba mucho tiempo en este mundo.
—Acércate más —susurró con su débil voz y así lo hice.
—Vine porque sé que tienes algo importante que decirme.
—Así es. No me iré llevándome este secreto —dijo, aferrándose a mi mano.
—Dilo, para eso vine.
—¿Recuerdas a Danna Jones? —preguntó y mi mente se inundó con imágenes de la mujer que amé y a la que perdí por cumplir con las órdenes del hombre que me miraba en ese momento.
—Sí, la recuerdo. ¿Qué pasa con ella?
—Pasa que te dio una hija y no quería morir sin decírtelo —susurró—, no importa si no me perdonas, pero al menos me voy con la tranquilidad de haber enmendado en algo mis errores. En mi despacho encontrarás toda la información que necesitas para dar con ellas.
Mamá y yo nos miramos sin poder asimilar la noticia. Tenía una hija y apenas me estaba enterando. No sabía qué sentir, ni mucho menos qué hacer. Lo único de lo que estaba seguro era de que iría a buscarlas. Mi corazón se agitó con fuerza dentro de mi pecho ante la idea de volver a ver al gran amor de mi vida y de conocer al fruto de nuestro amor.
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