Descuento mis vaqueras
Las botellas volaban y una silla salió disparada por la puerta que si Antonio no quita a la joven la hubiera golpeado de pleno en el rostro.
—¡¿Que pasa aquí?!— gritó Minerva al entrar al lugar.
Sus ojos rodearon aquel lugar que era un campo de batalla y ahí estaba el desgraciado de sus dolores de cabeza. Su camisa blanca leche estaba sucia y llena de sangre y cerveza y esto la enervó, llenándola de furia.
Todos los hombres miraron a la bella mujer y vieron que estaba furiosa.
Un hombre que había pasado la noche provocando al hombre y vio una nueva forma de molestar, así que caminó hacia la joven y la miró con sus ojos llenos de lujuria.
—Roberto, llegó tu mujer— dijo uno de los borrachos que se escondía de la paliza que este les daba, solo para molestar al ebrio problemático— y parece que ella es la lleva los pantalones en su relación contigo.
Minerva lo miró a los ojos y le mostró sus bellos dientes en una sonrisa engañosa.
—¡Eso crees tú! — dijo la joven con la voz velada de maldad. Y sin darle tiempo la chica le estrelló el puño en la nariz del hombre haciéndole caer y sangrar al mismo tiempo — a mi usted me respeta. Yo no soy la mujer de nadie.
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Ven y disfruta de una lectura muy tranquila.
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