"Bogita" ya va por su decimoquinto capítulo
En el cuarto donde la habían dejado, Brenda López no pudo resistir el agarrar una de las prendas de Alan Torres e inhalar su aroma, a la vez que se aventaba en la cama y se cerraba los ojos. Rápidamente el sueño la consumió quedándose dormida abrazando la prenda de Torres, que era una camiseta de manga corta blanca y arrugada, debido a su reciente uso.
Nuevamente en la cabaña en el bosque, pero con una diferencia. El hombre del bosque era perfectamente visible para ella.
—Estoy lista para el siguiente paso, Alan Torres —anuncia en voz baja, y respira hondo, estremeciéndose.
El hombre corpulento simplemente sonrió mientras asentía y dejaba que sus dedos juguetearan cerca del borde de la falda.
—Lo sé... Yo también quiero volver a probarte —él le da la razón y se baja los pantalones. Quedando desnudo de la cintura para abajo.
Con la garganta apretada y la respiración un poco entrecortada, se inclinó sobre el camastro y presentó su mitad inferior, muy cooperativa. Moviendo divertidamente una de sus piernas para apoyar su rodilla contra el camastro de Alan Torres, y mientras despejaba suficiente espacio para apretar sus pequeños senos manchados de semen en la dura madera de abajo. Mira por encima del hombro hacia donde estaba él y observa la excitación del hombre, quien tenía un toque de ansiedad en sus ojos. Con su singular mirada, siendo muy brusco con ella mientras se colocaba en posición.
Estudiando hasta el último movimiento y juzgando sus deseos, era muy obvio a su parecer que Alan Torres estaba ansioso, tal vez incluso asustado.
—Nos has causado muchos problemas al no ser una cenicienta, chica mala —él le habla mientras se acercaba y moviendo sus prendas que le fueron arrebatadas de inmediato.
Todo lo que ella usaba en ese momento sobre el camastro de su amante eran unas medias largas de oscura que le llegaban hasta la mitad de los muslos. Al verla la piel del hombre no pudo evitar adquirir un intenso rubor. Brenda sonríe al verlo, y mientras las manos de Torres bajaban para acariciar su apretado trasero, dejó escapar su voz con un tono casi peligroso.
—Sabes que en un solo día no vas a compensar el haberme secuestrado, ¿verdad? Vas a cuidarme mucho de ahora en adelante.
Alan Torres, con las mejillas teñidas y un jadeo nervioso en la garganta, asiente en silencio antes de responder.
—Lo… lo sé, mi hermosa Pantera —finalmente habla, temblando e impasible.
Mientras que por su parte decide estudiar por completo el cuerpo de Torres. El hombre todavía estaba completamente vestido, en su mayoría. Su chaqueta y su camisa de vestir todavía estaban en perfectas condiciones, e incluso sus pantalones de color marrón claro solo se habían bajado hasta las rodillas, para dejar su pene en completa libertad. Ansioso de entrar en su joven cuerpo en cualquier momento.
Después de aclararse la garganta y fortalecer su determinación, además una sonrisa de su parte, él da un paso adelante, una de sus manos se mueve para mantener su cuerpo hacia abajo y la otra se mueve hacia la base de su miembro.
Mientras alineaba la punta de su miembro contra su hendidura, frota la punta de su longitud de un lado al otro sobre los pliegues de la entrada a su vientre, provocándola y tentándola. A lo que Brenda Abigaíl Bogita no pudo evitar soltar un grito ahogado y estremecedor, a la vez que sus manos agarraban aún más fuerte los bordes del camastro.
Aún podía sentir la calidez del hombre dentro de su vientre. Alan Torres era un hombre viril, eso era seguro.
—Brenda Abigaíl Bogita, no puedo creer que todavía sigáis soltera. Tú una joya tan hermosa...
—Basta de halagos, Torres. Me estás aburriendo —dice ella interrumpiendo al hombre en venganza por haberle provocado—. Tal vez haya que dejarlo aquí.
Ni bien finge levantarse para irse, él se postra sobre ella.
—¡Espera! Ya casi empiezo. Prometo quedarás completamente satisfecha.
—No me hagas promesas. ¡Tan solo hazlo! —exige Brenda y él parece sopesar sus órdenes.
—¿Dijiste que te estoy aburriendo? ¿Por qué?
—Porque te estás tardando demasiado... —una bofetada la hizo callar esta vez a ella.
—Brenda Bogita, no veo ni remotamente cómo ese es mi problema —dice él con autoridad y un tono firme y duro.
Luego pone los ojos en blanco y mueve las manos para sostener sus estrechas caderas, apretando con fuerza y apretándola contra su cuerpo. Parecía como si su decisión en el asunto no le importara y su aprobación le fuese irrelevante. En cambio ahora él sonreía con un depredador, encima de su víctima, a punto de tomar lo que quisiera de ella. Y justamente hizo exactamente eso, empujando sus caderas hacia adelante, mientras Brenda resiste el impulso de gritar, cuando las pulgadas de su grueso e impresionante miembro apretando se apretaba y húmeda flor.
Sin embargo, fracasa y termina dando un grito ahogado de sorpresa. Pero no hizo ningún intento de liberarse; su cabeza cayó a la superficie del camastro mientras sentía que la perforaban lentamente. Los pensamientos sobre cualquier otra cosa habían desaparecido de su mente, cuando Alan Torres le hace el amor rápidamente y en breve, empujándose hasta que supera cualquier barrera.
Una vez pasadas esas barreras, lo escucha gemir en éxtasis—No hay ningún tipo de comparación... Me generas más placer que mujer con la que he estado... o cualquier droga que he usado...
—Ah… Callate imbécil... No eres más que mi puto esclavo... —apenas puede decir Brenda entre gemidos y casi completamente fuera de sí.
El miembro del hombre era grueso y larga. Además, él controlaba y era tan brusco como un toro en un rodeo. Seguramente no pensaba en dejarla reposar por unos momentos prolongados. Por el momento sus manos continuaron sosteniendo sus caderas y ella solo sonreía de placer. Mientras ella se deleitaba cada vez que sus caderas se besaban, temblado y apretando su agarre del colchón.
Y aunque Brenda podría no haber sido la amante más tímida, no le importaba la brusquedad de Alan Torres, como para pedir un momento o dos para descansar. Después de todo, acababa de cumplir sus fantasías hoy mismo. Podrían tener unos segundos para llegar tomar algo después. Pero ahora no le importaba eso y si bien estaba bastante complacida. No se midió la lengua para lanzarle advertencias.
—Será mejor que no te sientas cansado, Alan Torres.
Una de sus manos acarició de un lado a otro el firme muslo del hombre. Incluso echó la mano hacia atrás para darle un golpe corto; suficiente de uno que hizo que Alan Torres se quedara sin aliento de repente, empujado su longitud hasta el último centímetro de su interior. Ante esa embestida Brenda gime, pero fue una tarea fácil el acostumbrarse a ese dolor y rápidamente encontrarlo placentero.
—Me gusta cuando eres rudo conmigo. Pero yo puedo ponerte la soga al cuello cuando quiero. ¿Lo entiendes?
—Sí... Creo.
—Perfecto, sé un chico malo entonces —ordena ella y aunque por unos segundos solo el sonido de los animales del bosque. El rostro del hombre adquiere un tinte sádico, minúsculo, pero evidente.
Brenda se estremece y la idea de lo que él le podría hacer provoca nerviosismo en todo su cuerpo.
—No me darás órdenes zorra —Alan Torres la corrige, mitad con sus palabras y mitad con una palmada corta y desdeñosa en el trasero. No tenía la intención de herirla, sino de corregirla, hacerle saber que había hablado fuera de lugar. Pero de todas formas ella se estremece—. Tranquila, en poco tiempo lo disfrutarás. Incluso vas a anhelarlo. Cada mañana entrarás corriendo a mi habitación, pidiendo que te dé placer
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