No sabía que podía escribir hasta que una vez me senté y empecé a hacerlo. Al principio me ayudó mucho de terapia y después comencé a escribir historias cortas sobre el amor de mi vida. Un tiempo después decidí plasmar mi vida en uno y me costó trabajo porque quería que fuera perfecto. Me tomó más de un año acabarlo y un tiempo más en decidir si publicarlo o no. Me daba miedo la idea de que a nadie le interese mis escritos, pero compredí que si tenía miedo, no tenía nada. Así que decidí no tenerle miedo al éxito. Y es válido temerle, lo que no lo es, es quedarse ahí viendo, soñando.

Porque lo mejor está del otro lado de nuestro peor miedo.

J.D

 
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