Bernard Lesath no camina entre los vivos ni pertenece por completo a los muertos. Es la herida eterna del tiempo, un susurro nacido bajo lunas antiguas y custodio silencioso de amores que la historia olvidó. Su belleza es un recuerdo y una advertencia. Tras su mirada cristalina duermen siglos de deseos, promesas rotas y una añoranza que jamás sanó. Quién lo encuentra, no lo olvida.
Quién lo ama, deja de ser mortal
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