El Muñequero (relato breve)

Rusia, octubre 2011

Existen muchos fetiches con las muñecas, tanto sexuales como paranormales como lo es este caso, Faddei Moskin, un hombre de unos 45 años, historiador, hablante de 13 lenguas y fiel creyente en el ocultismo.

Perdió a sus dos hijas a la edad de 3años tras una enfermedad veneria transmitida al momento de la madre dar a luz, sufrió cada día y se torturaba yendo cada tarde hasta el anochecer al cementerio.

 

—señor Moskin, ¿Otra vez por aquí?—    le saludo y preguntó Edik el vigilante del campo santo.

—la rutina de todos los días Edik— dijo pasándole por el lado.

—hoy traje ese sandwich de pollo del otro día, ¿Qué dices, te quedás?— pregunto sonriente.

—esto también se está volviendo una rutina— rieron y almorzaron juntos.
 

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Una vez concluida su rutina se dirigió hasta su casa se baño, fue hasta la cocina a preparar un té y luego se sentó junto a su chimenea con una taza y la pequeña caja de música  que era de sus hijas para deleitarse con su melodía y fue allí donde tuvo la más  deplorable idea “la profanación de tumbas”. Todo esto con el fin de sentirse cerca de sus pequeñas.

Al momento de tener la idea la puso en marcha, fue hasta su clóset y sacó una gabardina negra y sombrero. Fue al cementerio y espero hasta que Edik se fuera y empezó a realizar su nueva rutina.

Una vez allí dentro caminó hacia la primera cripta, perteneciente a una niña de dos años y procedió a buscar un pico y una pala de las herramientas de Edik, escarbó y sacó el cuerpecito que recientemente había Sido enterrado, lo trasladó hasta su casa con todo el cuidado posible, lo llevó hasta la cochera y empezó su enfermizo plan. Contaba con el conocimiento de la ciencia y es por ello que lacero el cadáver para remover sus órganos, luego saturó y procedió a momificar y encerar.

Cuando concluyó su experimento quedó fascinado ante su resultado, la colocó en un moises y volvió a tomar té, esta vez en compañía de su muñeca.
 

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Así pasaron los días de Moskin yendo a cada cementerio de la región hacer profanaciones. Dormiendo en establos o casas abandonadas cuando se adentraba la noche, en muchas ocasiones camino más de 30 kilómetros por día, para conseguir su objetivo. 

Para finales de 2008 tenía 28 muñecas, a las cuales le agregó cajitas musicales para disfrutar mientras tomaba té.

Cada vez que iba a un campo santo se presentaba como un “necropolista” para encubrir su fetiche.

En una ocasión estuvo a punto de ser descubierto por unos jóvenes practicantes de una  secta,  los cuales estaban llevando a cabo un ritual.

—¿Qué hace usted ahí?— preguntó uno de los practicantes.

—soy un necropolista y también practicante del ocultismo, así que si ustedes no me ven, yo tampoco los veo— dijo sonriente y prosiguió su excavación silbando. Los practicantes le vieron durante unos minutos en su labor y optaron por salir de allí.

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Según su analítica las muñecas estaban organizadas de acuerdo a las edades que deberían tener sus hijas según y fuera pasando el tiempo, amo y cuidó cada una de ellas al pensar que esto lo hacía por ser su padre.

Los del pequeño pueblo en el que vivía le llamaban el extraño y solitario, pues nunca se  veía acompañado por alguien.

 

El fétido olor salía en ocasiones, cuando el calor era presente, pero su casa quedaba en un pequeño lote baldío, por lo que no molestaba, su nariz se hizo autoinmune al olor debido al tiempo que llevaba en esa práctica.

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En el 2011 decidió hacer un pequeño pozo en el cual arrojaba los órganos retirados de los cadáveres cuando no podía sacarlos en el cementerio y enterrarlos.

Hubieron momentos en los cuales tuvo que dormir dentro de ataúdes, pero no le importaba; en su dedicación a las profanaciones llegó a conocer y estudiar más de 750 cementerios en su afán por sus muñecas.

A finales de ese mismo año logró hacer 128 muñecas, a las cuales cuidaba y vestía, —el mismo les hacía la ropa— .

Tras varios años en profanaciones no fue descubierto hasta que un día uno de sus antiguos amigos fue a visitarlo y hizo el descubrimiento siniestro, una habitación llena de muñecas con sus caras cubiertas, el olor a podrido lo hizo salir hullendo de ahí, para luego volver con la policía.


 

Desde entonces y hasta ahora, se cree que el “muñequero” anda por ahí, haciendo profanaciones para proseguir con su fetiche:



 

~La creación de muñecas~