Capítulo diecisiete… Eres mía
— Deja de mirarme así parece como si me fueras a comer.
Sonrió, se sienta y miró la sonrisa que muestra su rostro.
— Es porque quiero comerte en grandes mordiscos. — niega sonrojándose y comienza a comer dejándome descontento por no haberme contestado.
— Si haces eso ya no tendrás a una conejita.
Comienzo a comer con una gran sonrisa, paso mi mano por su muslo y la dejó ahí. Muerdo mi labio y la miró con una profunda mirada, se estremece ante mi mirada y sonrió.
— Serán leves mordiscos así te tendré toda la vida
Niega.
Aleja su plato sin apetito después de haber devorado casi todo dejando solo poco sale corriendo dejando su plato, frunzo mi ceño y la sigo por ser algo que ella nunca hace. Entra al baño principal de la planta baja y cierra la puerta en mi cara, pego mi oreja a la puerta esperando escuchar algo y maldigo cuando recuerdo que es a prueba de sonido por lo metiches que somos los lobos.
Golpeó la puerta impaciente esperando a que ella salga o abra la puerta, gruñó cruzando los brazos molesto por lo que está ocurriendo. Me recargo en la pared esperando a que abra, el sonido del seguro se quita y abro la puerta desesperado.
Baja su mirada escondiendo algo, olfateo el lugar encontrando el horrible olor a aromatizante, entrecierro mis ojos y caminó hacia ella hasta tenerla atrapada en el lavabo sin que tenga salida, la subo a la encimera y alzó su mirada.
Miro sus emociones claras en sus ojos y todo lo que me está ocultando.
— ¿Estas bien?. — agarro su rostro entre mis manos, baja su mirada y junta sus labios. — ¿Sucede algo?.
— T-tu-tu..
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