Placer Comprado ¡Acualizacion!
Hola hermosas Libélulas,
Se acaba de actualizar el capitulo 3 de Placer Comprado (segunda entrega de TRILOGÍA PLACERES)
Aquí les dejo un pequeño Fragmento.
— Santiago — Me recuesto en la cama y miro el techo. Siento mis mejillas teñirse de calor y de un rojo que es imposible ocultar. — No te conozco.
— No.
— ¿No sientes que debo saber cosas sobre ti? — Era patética. Patética, cobarde, una típica mujer insegura.
— ¿Cosas sobre mi? — Él se acerca a la cama y se sienta a mi lado cruzando las piernas, era tan elegante y a la vez tan varonil.
En mi vida había conocido a muchos hombres, si llevo la cuenta bien, más de veinte han pasado por mi cuerpo, desde que a los dieciocho decidí vender mi virginidad a un gordo en el bar donde solía trabajar a tiempo completo.
La vida no había sido así de bonita y cuentos de hadas para mí, comenzando por el hecho de ver como un hombre asesinaba a mi madre y luego intentaba hacerme lo mismo a mi y a mi hermanito.
¿Huérfana de padre y madre a los doce años? Listo.
¿Hacerme cargo de un bebé recién nacido a los doce años? Listo.
¿Buscar trabajo en un bar limpiando, como camarera y posteriormente como bartender? Listo.
¿Pasar hambre y necesidades con mi hermanito a través de los años mientras procuraba que este estudiara?
Mierda.
Si había tenido un verdadero cuento de Hadas.
No llegué a conocer a mi padre, mi madre siempre fue escueta con relación a ese tema, callada y reservada. El tema papá era uno de esos tópicos que siempre terminaban en discusión, hasta que a los ocho años aprendí que mi madre se acostaba con cualquiera por gusto.
¿Gusto? Pues sí, considerando que podía conseguir un trabajo decente para mantenernos, era por gusto la decisión de dar el sexo por diez o veinte dólares. Lo triste es que la notaba enamorarse de cada tipejo que conocía. Por eso terminó como lo hizo al meterse con el padre de Joshua.
¿Ella me quería? Hasta morir.
Eso lo tengo claro, pero habemos personas que no estamos capacitadas para amar de forma clásica y racional. Algunos no sabemos cómo hacerlo y terminamos cagandola a lo grande.
— Creí que habíamos quedado en que estábamos bien así. ¿Entendí mal? — Él tiene el ceño fruncido, me meto en una burbuja de terror, no quiero arruinar lo poco que puedo tener de Santiago — Necesito que entiendas que no estoy en la capacidad ni en el deseo de buscar una relación. Lo que ves es lo que soy y lo que puedo darte.
— No quiero…
— No, Thea — él me interrumpió alzando la voz. — No. No voy a prometerte una relación que no voy a ser capaz de darte o de cumplir.
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