DESCUENTO ACTIVO
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Pequeño fragmento:
Sebastián Giannotti
Sujeto a Nick del cuello de su camisa y lo pego contra la pared.
—¡Explícame por qué no cubriste su espalda! —Estoy furioso, tuve que tomar toda mi fuerza de voluntad para no matar a Briana ahí mismo.
—Te juro que quise hacerlo, pero él me detuvo, estaba seguro de que ella no le dispararía.
Lo suelto y acomoda su camisa, golpeo la pared con mi puño y camino de un lado a otro con las manos en mi cabeza. No puede ser que mi hermano esté debatiéndose por su vida en un quirófano.
—Va a estar bien —Nick habla tratando de tranquilizarme.
—¿Giacomo ya sabe lo que sucedió? —le pregunto.
—No he tenido tiempo de avisarle.
—Avísale, merece estar acá por si… —me quedo callado y vuelvo a golpear la pared lastimándome—. Tenemos que estar prevenidos, los Caruso son cosa seria sobre todo si están con Ramiro.
—¿Crees que Ramiro sobreviva?
—Hasta donde pude ver, no tenía heridas de bala, solo le rompió el brazo —lo miro serio—. Que nadie diga ni una palabra de lo que pasó, Ramiro ni Bernardo deben saber lo que le ocurre a mi hermano.
—Ordenaré a la gente guardar silencio.
—Que en mi casa no mencionen ni una sola palabra de lo sucedido a Alessandra, su embarazo es de riesgo y no quiero que se preocupe de nada.
—Ahora mismo haré lo que me pides —coloca una mano sobre mi hombro—. Recuerda que Pietro es fuerte y saldrá bien.
—Espero que tengas razón Nick.
Afirma con la cabeza y sale de mi vista. El pecho me duele, Pietro es más que mi hermano, él siempre ha estado para mí cuando lo he necesitado a pesar de que su propia vida esté en peligro. Me dejo caer en una silla con las manos sosteniendo mi cabeza, me duele que ahora que él me necesitaba yo no haya estado para salvar su trasero. El único motivo porque Briana aún respira es porque sé que Pietro siempre la ha amado y quiero que se desilusione, que la odie y sea él mismo quien la mate cuando se recupere.
Pietro
Abro los ojos con dificultad y todo el cuerpo me duele, parpadeo para acostumbrarme a la luz y puedo darme cuenta al instante que estoy en una habitación de hospital. No debo estar acá, me coloca como un blanco fácil. Inmediatamente entro en conciencia de lo que me pasó.
¡Briana! ¿Dónde está? Miro a mi alrededor y no hay nadie, arranco la vía que está colocada en mi vena e intento ponerme de pie y la puerta se abre.
—¡¿Pietro que haces?! —Sebastián corre a mi lado y llama a una enfermera.
—¡¿Dónde está Briana?! —respondí enojado, sé que Sebastián pudo haberla matado.
Estoy débil y lo noto cuando no puedo resistirme a la fuerza que ejerce Sebastián para volverme a acostar.
—¡Ella está muerta!
—¡No pudiste hacerlo! —grito y aprieto su cuello, a pesar de que no tengo mucha fuerza, sé que lo estoy lastimando, él no se defiende solo me mira a los ojos. Su color empieza a oscurecerse y lo suelto.
Tose un par de veces.
—¡Eres un estúpido de mierda! —me grita.
La enfermera llega y empieza a limpiar el desastre que he hecho al quitarme las agujas.
—Dime que no la mataste —hablo tratando de controlarme, noto como la enfermera se tensa al escuchar mis palabras.
—¡No! ¡No la mate! ¿Estás contento? —Pasa las manos por su cabello confundido y sus palabras me han traído alivio—. Ella trató de matarte… ¡Te disparó!
—Lo sé, pero es que no era ella misma, estaba perdida en algún lugar oscuro —hablo ya más calmado y la enfermera empieza a caminar para irse.
Sebastián la detiene, saca un fajo de billetes de su bolsillo y se lo entrega. Ella duda, pero termina aceptando.
—Ese es el pago por tu silencio, si me llego a enterar que algo de lo que se habló aquí sale de esta habitación iré por ti y toda tu familia sin preguntar —ella lo mira aterrada—. Así que más te vale hacer tu trabajo con la boca cerrada y los oídos tapados.
—Sí, señor.
Agacha la mirada y se va, solemos ser más cuidadosos en los que hablamos delante de los demás, pero esta vez no he podido contenerme.
—¿Dónde la tienes?
—Está en las celdas —cierro los ojos con pesar, ese lugar es asqueroso—. Ella te disparó, debes mostrar a los hombres que nadie puede atentar contra ti y salir bien… así sea tu mujer.
—Sácala de ahí —le ordeno y él niega—. La única razón que la deje vivir es para que seas tú mismo quién la mate. Tienes que hacerlo Pietro, no puedes permitir que nadie atente contra tí o te convertirás en alguien a quien no respetan.
—¿Y si no quiero matarla?
—Entonces quedas fuera del clan Giannotti, mi mano derecha no va a ser alguien que no se da a respetar… además, si no la matas tú, la mataré yo.
Veo firmeza y severidad en sus gestos y voz.
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