Recomendación: Mr. Taylor
Hola mis amores, espero que se encuentren muy bien. ¡Feliz noche para todas! Paso por aquí con un propósito, recomendarles un libro de la plataforma que de seguro amarán muchísimo.
Lo encontrarán como: Mr. Taylor
De la excelente escritora: Katy Guardado
Les dejo parte de la trama del libro para que conozcan un poco de qué trata:
—Soy mejor que ella. —murmuro acercándose a mi cuerpo.
—No me interesas, —respondí mordaz. —Aléjate si no quieres problemas. —su rostro se desfiguró.
—¿Por qué siempre ella? —no sabía si su pregunta era para mí o para ella misma. —Déjeme que le muestra que soy mejor. —tuvo el puto atrevimiento de colocar sus manos sobre mi pecho.
—¿Qué crees que haces? —se las sostuve fuertemente, y en ese momento un carraspeo me hizo separarme de la mujer vestida de rojo.
Gire sobre mi lugar y el ángel negro me observaba, estaba vestida igual que siempre, estaba odiando ese maldito antifaz, no me dejaba ver su rostro, cubría lo más importante de una mujer.
—Disculpen que interrumpa, pero ¿Para qué me quieres? —sus ojos estaban tan filosos que podía morir con su mirada.
—No interrumpes, —camino lejos de la morocha. —Vete, —le ordene a la mujer que me observaba furiosa. —No repito la misma orden dos veces. —paso por mi lado y golpeo su hombro con la del ángel negro que ni se movió del lugar ante el impacto. —Tenemos que hablar. —dije acercándome a ella, se quedó en su sitio retándome con la mirada.
—No tengo nada que hablar con alguien como usted, —me señalo con asco. —Deje de amenazar a Jefferson. —¿Me acababa de ordenar?, ¿Había escuchado bien?, di dos pasos más y ella tres, pero en dirección opuesta.
—¿Quién eres? —quedamos a dos pasos de distancia. —Tus ojos, tu sonrisa, tu cabello rubio y hasta tu voz se me hacen conocidos. —al parecer ella sabía muy bien quien era, ya que estaba muy nerviosa. —Dime. —pedí acortando la distancia rápidamente para qué dejará de huir.
—No querrás saber quién soy Taylor. —solo mi amigo y hermanos me decían así, pero a ella se lo podía perdonar. —Olvida que existo. —como si eso fuera posible.
—Hasta tu aroma me es familiar, —mi nariz rozo la curva de su cuello y la sentí temblar, no le era tan indiferente, como aparentaba. —Tu boca. —murmuré sobre ella…
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