La reina del fiscal

Estoy tan concentrada en mis pensamientos que al escuchar el sonido de la puerta siendo azotada brincó del susto. Estoy por echarme a correr cuando noto como un hombre empieza a golpear la pared mientras maldice en voz baja.

Dios eso debe doler.

—Pobre pared, ella no te hizo nada —no me doy cuenta el momento en que las palabras salen de mi boca, logrando que el hombre me mire exaltado y al mismo tiempo apenado.

Sus ojos están rojos, incluso pequeñas lágrimas plateadas salen de ellos.

—Lo siento, no creí que hubiera alguien aquí —dice mirándome con una sonrisa triste.

—No pasa nada, noto que tú tienes más problemas que yo en este momento. Así que tranquilo; puedo compartir contigo mi azotea.

—¿Lo dices por los golpes a la pared? —bromeó y es ahí donde noto lo joven que es… tan joven que no debería estar golpeando una pared.

—Lo digo por el gran ataque de ira que tuviste, aunque sinceramente no se que problema podria tener un hombre que lo tiene todo y no solo me refiero a la belleza.

—¿A qué te refieres? 

—Con solo ver tu ropa puedo saber que eres millonario, así que… 

—Creeme que hasta un millonario tiene problemas y el mio es uno que me está matando.

—Nadie muere de amor —susurro al darme cuenta cuál es problema, y no es que sea adivina pero el anillo de oro es muy notable —algún día encontrarás a alguien más y creeme será mejor que la chica que te lastimó.

Sabía que tenía que irme y dejarlo solo, pero una parte de mi deseaba consolarlo y decirle que todo estaba bien, pero también sabía que eso no era lo correcto.

Yo no podía dar consejos que no había seguido.

—Ya hace frío, y creo que quieres estar solo —susurro caminando lejos del hombre.

—¿Cual es tu nombre? —pregunta cuando estoy ya en la puerta.

—Natalia…. Natalia Jons.

Espero que el me diga su nombre pero cuando no lo hace salgo de la azotea y me dirijo a mi habitación, estoy por entrar en ella cuando una mano sostiene mi brazo.

—Soy Franchesco… Franchesco Green —susurra antes de desaparecer.