Si leiste "Soy la otra"... ¡Esto te gustará!

Hola, les quiero recordar el orden de mi serie "Pecados".

1. Soy la otra: El perfecto mundo de Mikael Bogdanov; un apuesto ruso de 40 años cae abajo cuando sin querer descubre la infidelidad de su esposa.

Con muchas ansias de vengarse por su engaño, se juró pagarle con la misma moneda y se inmiscuye en un plan para buscar a una mujer que además de ayudarle con su venganza, satisfaga sus deseos. Aquellos que reprimió por tantos años a causa de la mujer que amaba.

Dahlia, por otra parte, es una jovencilla de apenas 23 años que quiere descubrir el mundo y descubrirse ella. Nada mejor que hacerlo con un hombre experimentado, ¿no?

Ellos se verán envueltos en un tórrido y candente romance que traspasa los límites de la moral y la razón.

"Yo soy Dahlia, la otra. La que te ha hecho sentir vivo de nuevo"

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2. Soy tu tentación: Daniel Campbell se encuentra en un dilema… ¿Satisfacer sus deseos o ser leal al hombre que lo forjó?

Karenina Bogdanova ya no es una niña y hará todo lo posible para hacer que Daniel, la mano derecha de su padre, caiga en sus redes.

A sus 18 años es un demonio de pelo corto, una diabla seductora y una jugadora experta.

¿Podrá el hombre de 39 años resistirse a la tentación que representa aquella mujer “intocable”?

Y es que para Karenina, Daniel representa un delicioso pecado. Y para Daniel, Karenina representa una rica tentación.

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3. Soy tu adicción: El imperio minero pasa a las manos de Alexei Bogdanov, primogénito de Mikael.

Con más poder en sus manos del que su padre pudo haber manejado a su edad, el arrogante ruso se topa con una mujer que llega a ser no solo una placentera distracción, sino un problema caliente y explosivo.

Esa sirena de extraños ojos bicolor representa conflictos, pero la llama de la pasión es más intensa y el deseo que se trata de evitar solo crece y crece.

¿Puede un juego de placer prohibido traer satisfacción a su vida o terminará siendo su peor pesadilla?

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4. Despiadada Adicción: —No se encontraron los cuerpos, ni restos de huesos en el calabozo donde supuestamente había personas dentro —yo detengo mi labor para mirarle con incredulidad.
—¿Me estás jodiendo?
—No mentiría con algo así y me temo que solo una persona puede saber la verdad —se refiere a mi padre.
—Ahora si quiero creer que me estás jugando una broma ¡Él está inconsciente todavía! —golpeo mi escritorio con fuerza y descontrol.
»¡Lárgate de aquí! —ordeno con cólera para tocar mi quijada con manos temblorosas.
¿Hatice viva? ¿Acaso puede eso ser posible? Pienso en todas las posibilidades y mientras más lo pienso, más imposible me resulta. Pero luego, los recuerdos de lo que vi hace unas semanas mientras manejaba me azotan como flashes sin piedad y ahora, lo que me acaba de contar Vadim cobra sentido.

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