MÍRAME
—¿Pero solo vas a dejarme? —pregunto con desesperación—. ¿Solo así?
Alex se detiene en la mitad de la habitación. Su mandíbula tensa, sus ojos azules, estudiándome.
—Sí, lo haré —asegura.
—Pero no lo entiendo —susurro al borde de las lágrimas—. ¿Qué fue lo que hice mal?
—No hiciste nada mal, Amanda, simplemente, no estoy listo para un compromiso como el que me pides.
—Tenemos un año de matrimonio, Alex. ¿No debiste pensarlo antes? Hace una mueca.
—Somos jóvenes Amanda, vivimos para equivocarnos.
Las lágrimas descienden por mis mejillas como torrentes. Alex sigue de pie frente a mí sin un gramo de arrepentimiento en el rostro, mientras me encuentro totalmente destrozada. ¿A dónde se fue el amor que decía tener por mí hace un año cuando me pidió matrimonio? ¿Cuándo abandoné a mi familia y mi trabajo en Los Ángeles por seguirlo a Chicago con la promesa de una vida feliz junto a él? Ahora, con apenas un año de matrimonio... quiere divorciarse.
—Mi única familia aquí eres tú. No tengo trabajo, tampoco un lugar a donde ir.
Suspira acercándose, se arrodilla en la cama y limpia mis lágrimas.
—Estarás bien —asegura—. Mamá me dijo que podías quedarte con ella mientras consigues otro lugar, sé que Chicago no es como Los Ángeles, pero estoy seguro de que podrías volver a ser modelo si te lo propones. Sigues siendo joven y hermosa.
Sollozo fuertemente ante sus palabras.
—Dejé mi vida por ti, ¿ahora quieres que la recupere en un minuto? —siseo furiosa.
—Solo digo que no estás acabada. —Se levanta de la cama y camina hacia la puerta—. Mamá pasará a recogerte en un par de horas y mi abogado se pondrá en contacto contigo mañana temprano.
Lo observo sin decir ninguna palabra, porque aparentemente me quedé sin habla.
Esto es un desastre, no logro entender por qué de la noche a la mañana todo cambió entre nosotros. Un minuto estábamos completamente enamorados y al siguiente ya no quería ni tocarme.
—Sabes que te amo, ¿verdad? —susurro apenas audible—. Quería formar una familia contigo.
—Te lo dije Amanda, no estoy listo para ese compromiso —dice antes de acercarse y besar mi frente—. Espero que algún día puedas perdonarme —murmura antes de levantarse, caminar hasta la puerta y cerrarla.
Me hago un ovillo en la cama y sollozo con fuerza.
Sin trabajo, sin familia y sin él, no tengo nada por qué estar aquí, pero tampoco puedo volver a Los Ángeles y que mi familia me desprecie y se dé cuenta de que estaban en lo cierto. Nunca estuvieron de acuerdo con nuestro matrimonio apresurado.
Debí escucharlos cuando tuve la oportunidad, así no estaría en esta posición justo ahora. Desempleada, sin un hogar y con el corazón hecho pedazos.
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