ACTUALIZACIÓN "EL REY DE TODO"

Hola!!  aqui traigo otro cap más de esta novela. 

Les dejo un adelanto de una de las protas. Ojalá le den una oportunidad, la novela es gratuita. 

ADELANTO

— ¿Te irás ya? —lo cuestiono. Él me lanza una mirada llena de hastío y no me contesta, sigue buscando algo en el cajón de su escritorio—. Niccolò…

—Deja de fastidiar, ve con los niños o a la cocina —gruñe. 

Quisiera que dejara de dolerme el corazón cada vez que me habla de este modo, que es casi siempre. No sé por qué sigo queriéndolo, por qué sigo respetándolo. Él solo me toca y me habla cuando quiere concebir o cuando necesita saber algo sobre nuestros dos hijos. No le importa que ahora mismo me encuentre embarazada de nuestro tercer bebé. 

—Solo quiero saber cuándo volverás. 

—Cuando termine de elegir y de disfrutar con la vista a las nuevas candidatas de mi hermano —dice con cinismo—. Por Dios, ¿de nuevo llorarás? 

—Voy a extrañarte —respondo con la voz temblorosa y me limpio las lágrimas. 

—Oh, querida, no lo hagas, volveré pronto —dice con sarcasmo. Sabe que eso me lastima más que el hecho de que me diga directamente que le causa gracia. 

Muchas veces lo he escuchado hablando con Ivar sobre el tema. Niccolò no me ama, no lo hará nunca. El primer acto de desamor fue el hecho de lanzarme a los brazos del rey para que este me arrebatara la virginidad, la cual quería entregarle a mi esposo. 

Yo siempre amé a Niccolò por la sencillez y bondad que mostró desde que éramos niños. Siempre me trató con amabilidad, me consoló en momentos angustiantes, como cuando murió mi amado padre. Sin embargo, todo cambió al vernos obligados a casarnos. El difunto Emperador estaba cansado de los escándalos sexuales del futuro Archiduque, así que le dio a elegir entre ser despojado de su título o casarse conmigo, la hija de su apreciado y noble amigo, Lord Slora. 

La ambición de Niccolò pudo más y me desposó, no sin antes regalarme la noche de bodas con su hermano. Si bien Ivar no fue una bestia, fue desastroso, mi cuerpo no pudo reaccionar ante su toque, puesto que no era el hombre que amaba y por el que esperé desde que era una niña. 

Ivar le contó a Niccolò que soy frígida y él se quedó con esa idea de mí. El trauma fue tan grande que aunque disfruto que me tome, no puedo hacer mucho, me quedo paralizada. 

Lo único bueno en mi vida son mis dos pequeños, Diana y Tomás. También le fallé en el hecho de que él quería un primogénito varón, pero adora a nuestra hija, así que ya no me lo reclama. 

Creo que el tercero será otro varón, algo me lo dice. Espero que así sea, quiero volver a ver esa misma sonrisa que esbozó cuando nació Tomás. Ese día fingió amarme por haberle dado a un hermoso y saludable conde, les dijo a todos que era la mejor esposa. 

—Espero que tengas un buen viaje, amor —contesto mientras veo como saca una hilera de preservativos—. Recuerda que no puedes tocar a las candidatas. 

—No son para ellas, por supuesto. Eres un poco tonta, cariño. —Se ríe. 

—Dejé tu equipaje en la habitación —informo ignorando la puñalada en mi corazón—. Preparé todo como te gusta. 

—En ese sentido, no tengo quejas de ti, lo haces excelente —me elogia y yo sonrío. Adoro cuando admite algo bueno sobre mí. 

Aun así, no se me pasa el sentimiento de desconsuelo y cansancio que me embarga. Me pesa ver cómo el hombre que tanto amo y deseo no me mira, que otras disfrutan lo que yo tanto anhelo, lo que tanto necesito. 

¿Por qué no soy suficiente?, ¿por qué no me dio una oportunidad? 

Las lágrimas salen sin cesar cuando me encierro en uno de los baños de la residencia. Me duele el pecho y el estómago de imaginar a mi esposo entre los brazos de otras mujeres hermosas. Mi aspecto físico ya no es el de antes, he subido algo de peso con los embarazos y no tengo oportunidad de arreglarme, ni siquiera en los eventos, dado que nunca me lleva. Siempre soy la sirvienta que lo atiende cuando llega borracho y con olor a otras mujeres. 

— ¿Por qué no me amas? —sollozo—. Estoy aquí, estoy aquí —le digo a mi patético reflejo, que me muestra una mujer consumida por el desamor, la maternidad y un matrimonio que llevo sola. Todos me dicen que soy hermosa, pero yo me siento un adefesio.

Niccolò me hace sentir un adefesio. 

Mi esposo pasa a despedirse de los niños, a los cuales he arreglado y los traje a la sala de estar para que se despidan de papá. Yo muero de ganas de abrazarlo y él deja que lo haga solo porque están los pequeños y no queremos que se den cuenta de que lo nuestro está muerto y enterrado, al menos de su parte.  

—Cuida a mis hijos —me advierte entre dientes y me toma por el mentón—. Y no dejes entrar a ese maldito lambiscón de Gastrell. Él solo quiere aprovechar cualquier oportunidad para conquistarte. 

—Yo no correspondo a sus sentimientos, lo sabes —le digo con seriedad. Niccolò sonríe satisfecho y me suelta, luego de darme un beso en los labios que me deja atontada, pero que para él solo es parte de lo que tiene que fingir frente a nuestros herederos. 

—Más vale que así sea. Eres mi esposa, no me gustaría nada que la gente diga que eres una puta.

Y esas son las últimas palabras que me dice antes de subirse al carruaje que lo conducirá al muelle. Ivar se ha ido dos días antes a esa absurda misión de intentar detener a los rebeldes mientras su hermano busca por todo el mundo a las candidatas para ser su esposa. 

Lo único que deseo es que esa chica si pueda ser feliz, que logre complacer al rey y que no tenga una vida como la mía. 

Una vida de la que ya estoy cansada.