Prólogo disponible en "Ardiendo en Altamar"

FRAGMENTO:

—Nadie podrá ayudarme, Adrik, nadie —solloza de nuevo mientras se aprieta, yo apenas me doy cuenta de que solo un ligero albornoz cubre su cuerpo, mis alarmas empiezan a sonar. 

—¿Te hicieron daño, Anhia? —los matices oscuros de mi voz la hacen tragar saliva, yo me desespero cuando ni afirma, ni niega—. Anhia —gruño—. Dime quien fue el que te hizo daño ahora mismo —mi posición ha cambiado, ahora me encuentro de rodillas ante ella, quien con sus manos, se sostiene del sillón aferrando sus dedos hundidos a este. 

—Nadie me hizo daño, solo yo misma… cuando me miro al espejo —chista sollozante—. Nunca seré capaz de gustarle a nadie, de seducir siquiera; mi novio, me dejó —me cuenta aquello que tanto la atormenta—. Pensé que le gustaría recibir unas fotos mías —dice y yo abro mis ojos a la par que mis cejas se quieren salir de la órbita de mi frente—. Pero me dejo, me dejó diciendo que nada de mí le gusta, que le parezco insípida —llora más fuerte y juro que puedo esperar cualquier cosa, menos esto.

—Bueno, a ver… en primero lugar eres una chica muy linda y… —ella se levanta del sillón, haciendo que me caiga de **** y mi espalda choque contra el lado de la cama. 

—¡Ese es el punto, Adrik! ¡No quiero ser una chica linda, quiero ser una chica sexi, sensual! ¡Una con la capacidad de seducir a quien le guste, de poner a sus pies a cualquiera! —hace un berrinche y lo que sigue, juro por Dios santo que jamás, pero jamás, ni en mis más locos sueños, habría sucedido. 

Sus manos deshacen el nudo de su albornoz y lo deja caer, mis ojos se abren tanto que creo que duelen y rápidamente me centro en su rostro; sus cejas pobladas y sus mejillas sonrojadas me hacen saber que está furiosa. 

—Anhia, por favor, tapate —soy incapaz de mirar más abajo, no podría… no… yo… gruño en apuros cuando, de la impresión, no puedo siquiera incorporarme. Sus hombros suben y bajan tan rápido que me hacen darme cuenta de que un disparo de adrenalina está pasando por su cuerpo.