Cada cicatriz que tenía llevaba el nombre de su m…
Cómo quería desenmascararla, hacerla pagar por cada castigo que había recibido en su nombre. Gritarle que sabía que Irina era su hermana y conocía sus intenciones, pero, aunque lo hiciera, nadie le creería y no ganaría nada más que la humillación, g-lpes y la decepción de siempre.
—Parece que la disciplina del internado no hizo efecto en ti, ¿verdad? —La voz de Fran, su madrastra, se volvió amenazante y Livier sintió que su sangre hervía de furia.
—En eso te equivocas —le respondió observándola con la misma intensidad—, me sirvió tanto que ya no tengo miedo a enfrentar a mis demonios. Todo lo contrario, no encuentro la hora de hacerlo.
El odio se desbordaba por los poros de la piel de Fran y la sonrisa desafiante de su hijastra solo le causó más rabia, por ello la tomó del brazo sujetándola lo suficientemente fuerte, obligándola a confrontarla.
—No te hagas la valiente conmigo, princesita est-pida, ¿o es que quieres que te dé un último escarmiento aquí mismo? —Sorbió su bebida, pero sin dejar de sujetarla. La llevaba de regreso a donde se encontraban los caballeros charlando—. No sé cómo toleras usar todo el tiempo esas cosas, te dan aspecto de pordiosera o muj3rzuela —se quejó mirando con desdén sus manos cubiertas por los mitones—, pero supongo que es preferible a dejar al descubierto las horrendas cicatrices. ¿No es así?
Livier apretó los dientes al igual que sus puños.
Cada cicatriz que tenía en su cuerpo llevaba el nombre de su madrastra y…
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