Actualización de: La mascota del ALFA
Fragmento:
La llevé de vuelta a mi cabaña y en cuanto cerré la puerta su llanto se desbordó:
—¿Por qué no me dijiste que eras el Alfa?, ¿por qué me trajiste aquí si sabías lo que pasaría? —Se dejó caer al suelo y estalló en lágrimas—. Te odio, Ilan. No eres mejor que Freud…
Sus palabras hicieron que me hirviera la sangre. ¿Cómo se atrevía a compararme con el hombre que nos hizo tanto daño a ambos? El mismo que la trató como a un trapo y fue capaz de ofrecerla para que sus hombres abusaran de ella.
—Dime de nuevo que soy peor que ese hombre. —La elevé por los brazos y pegué su espalda contra la pared colocándome entre sus piernas—. ¿Acaso ya se te olvidó lo que él te hizo?, ¿de verdad crees que lo que te estoy haciendo es peor?, ¿quieres que te lo recuerde para que jamás vuelvas a compararme con él?
—¡Suéltame! —chilló cuando comencé a besar su cuello y dejar marcas por toda su piel. Mordí su hombro y su grito me hizo recobrar los sentidos. Selene lloraba aferrada a mis hombros con los ojos cerrados y la respiración agitada.
—¡Abre los ojos! —exigí—. Mira a quien tienes entre las piernas. ¿Soy él? —cuestioné enfurecido—. ¡¿Ya me parezco a ese desgraciado?!
—Eres peor que él —susurró mirándome a los ojos—. Él no fingió ser amable y después me aventó a sus perros —espetó con la ira vibrando en su cuerpo. De alguna manera me sentí orgulloso de que se defendiera de mí.
Un pequeño ardor en mi piel y la sensación del líquido deslizándose me hizo separar mis ojos de los suyos para fijarme en mis hombros que sangraban bajo sus uñas. Las había clavado tan fuerte en mi piel que me hirieron. Selene se dio cuenta y retiró sus manos despacio colocándolas en mi pecho.
A pesar de lo que acababa de pasar, la culpa por haberme hecho daño se veía reflejada en su rostro, pero no se disculpó.
Apenas quitó sus uñas de mis hombros, las pequeñas medialunas que se habían formado comenzaron a desaparecer.
—¡Tu… tu piel está sanando! —señaló asombrada—. De hecho… —Se apeó de mi cuerpo para revisar mi espalda, dejándola en una posición bastante más íntima—. ¡Tus heridas ya no están!
Me le quedé mirando a escasos centímetros de mi cara, sin poder creer que apenas hacía unos segundos que nos estuviéramos gritando, y ahora estaba feliz de saber que mis heridas habían sanado.
«Eres increíble»
—Esto es una advertencia. —Señalé las marcas que acababa de hacerle con mis dientes, ignorando su repentino ataque de preocupación por mis lesiones y la vi fruncir el ceño con molestia—. No para ti, es una advertencia para mis hermanos, para que no se atrevan a lastimarte… de ninguna forma —aclaré—. Si piensan que eres mía se alejarán de ti.
—Eso soy ¿no? —dijo de manera filosa—. Tuya.
No estaba seguro de lo que había querido decir, pero su declaración provocó cosas en mi cuerpo que no debería de haber sentido. La bajé de mi agarre para evitar que lo notara y le di la espalda alejándome de ella para tratar de calmarme.
«Mía»
3 comentarios
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IngresarComo hago para poder seguir leendo la historia? A qien se le paga la historia?? Gracias
Ana Ley, Soy de Perú y por eso me gustaría saber como hago para poder pagar...gracias
Me piden un código para comprar??
Es buena pero que lastima que este en suscripción
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