Descuentos Activos La viuda virgen 1 y 2
LA VIUDA VIRGEN
—¿Quién es ella nana? —preguntó Manuel, dolido y furiosa a la vez— dime Luna.
—Es la señora de la casa —le soltó Luna seriamente— se casó con el joven Damián, hace un par de meses.
Manuel apretó la mandíbula.
—¿Y por eso, tiene aires de grandeza?
—No, niño —lo miró con ojos rojos de haber llorado tanto— es cariñosa y amable, pero, no me convence.
—¿Por qué dices eso?
—El joven Damián, no se le veía enamorado. Siempre la trataba como un hermano a una hermana, con decirte que dormían en habitaciones separadas. “Alegando que había sufrido un parto difícil”
—¿Parto difícil? —repitió anonadado.
—Sí, niño, ella tiene un hijo del joven Damián.
Manuel sintió como le hubieran lanzado un balde de agua fría y recordó la conversación que tuvo con él, cuando le dijo que una persona lo tenía completamente enamorado, se estaba refiriendo a su hijo.
—Usted debe de ser el primo de Damián —dijo Stella acercándose a él con Thomas en sus brazos— mucho gusto, soy la viuda de su primo.
Manuel no podía dar crédito a lo que veía, una mujer extremadamente hermosa, con unos ojos azul cielo empañado de rojo por el llanto, una piel blanca y tiene una belleza que nunca ha visto en ninguna mujer que ha conocido, como era posible que su primo no volviera a intimar con ella. Había dos opciones y pensó ¿O estaba loco? O ¿Era gay? Una de las dos debía de ser la respuesta, porque él no lo puede entender
LA VIUDA VIRGEN 2
—Disculpa, podrías hablarle a mi hija, para que se duerma.
Diana lo mira incrédula, observa que no está mintiendo, tiene la misma mirada de su padre, cuando hace algo por ella.
—Claro —dijo agarrando el celular y escucha una voz infantil— hola, ¿Con quién habló?
—Soy Leila, ¿Y tú?
—Soy Stella —responde dulcemente—. ¿Y qué edad tienes Leila?
—Tengo cuatro años —responde emocionada— tienes una voz muy bonita.
—Gracias —dijo sonrojándose— deberías dormir, para que siempre estés bella.
—Sí —afirma la pequeña y después sintió la voz de su padre— ya me voy a dormir.
—Te amo, Lea.
—Te amo, papá —soltó contenta.
Él cortó la llamada y mira a Stella.
—Muchas gracias, Stella.
Diana sonriendo.
—De nada —girándose para irse y sintió, como la agarra del brazo—. ¿Sucede algo?
—Disculpa Stella, mi nombre es Alessandro D’angelo.
—Un gusto, señor D’angelo.
—Señor —soltó él con una media sonrisa— me suena a viejo. Solo Alessandro.
—Está bien, Alessandro —dice sonriendo y comenzando a caminar— nos veremos después.
—Adiós Stella —murmura con fascinación, a simple vista puede ver que es una mujer joven, no pasara de diecinueve años, ha pasado tanto tiempo que no le atraía una mujer— nos veremos pronto Stella.
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