DESCUENTO ACTIVO EN UN AMOR DESPUES DE LOS 40
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FRAGMENTO
—¿Tienes otra familia, papá? —preguntó Lorena soltando varias lágrimas. Su ídolo se le derrumbaba.
—Sí, —respondió agachando la cabeza, ocultando su miseria ante la mirada acusadora de sus hijos—. Pero eso se va a terminar.
—Sí, claro, se va a terminar, como este matrimonio —espetó histérica Sofía, se puso de pie, y corrió hasta el closet de su esposo. Empezó a lanzar la ropa de Arturo, sus hijos no dijeron nada, tan solo la observaban absortos.
—Sofía, basta —ordenó el infiel recogiendo sus camisas del piso—. Cálmate, basta.
—¿Basta? Basta digo yo, lárgate de mi casa en este momento, no quiero volver a verte en mi vida Arturo José Larios. ¡Lárgate!
—¡Esta también es mi casa! —gritó con las camisas en la mano—. Y no me voy a ir de aquí, entendiste.
—Eso debiste pensarlo antes de traicionarme. Y lo has hecho por años. Arturo te di todo de mí, los mejores años, dejé de vivir mi propia vida por vivirla a través de tus ojos —dijo llorando, sus hijos los observaban y también, pero silenciosamente lloraban. — ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? No me lo merecía, no me lo merezco y necesito que me des explicaciones, dime si me amaste, dime por qué me engañaste por tantos años —expresó y se dejó caer de rodillas mientras sujetaba una camisa con fuerza.
Arturo cerró los ojos y también se le salieron las lágrimas.
—No quiero lastimarte. Para qué quieres escuchar lo que es evidente.
—¡Papá! —gritó Matías, Lorena, en cambio, se mantuvo callada tan solo observando y llorando en silencio.
—No creo que puedas lastimarme más de lo que ya lo has hecho. Merezco saber la verdad, necesito saber ¿en qué fallé? ¿En qué momento dejaste de amarme? ¿En qué momento dejaste de verme como una mujer?
—Ya mamá, ¡basta! —chilló lanzándose hasta ella Matías—. No te humilles más, es evidente
que no tiene los cojones suficientes para decirte nada, si no los tuvo antes, mucho menos ahora y sabes por qué hermosa, porque este hombre es un doble cara. Tú no eres culpable de nada, —le decía secándole con ternura las lágrimas a su madre. —Es él, el que te falló como hombre, como esposo, es él, el que nos falló como padre, el que le falló a esta familia, así que lo más lógico es que se vaya —dijo alzándole a ver a su progenitor con odio y a la vez demostrando un raciocinio que sorprendió al propio Arturo.
—Está bien, me voy —contestó sin tener que más decir.
—A mí sí me vas a tener que explicar muchas cosas, papá —murmuró Lorena pasándose los dedos por el trayecto de sus lágrimas.
Él solo le hizo un gesto con los ojos y salió de la casa sin llevarse sus pertenecías.
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