Sé que las musas no llegan, pero, ¿cómo las invito
Definir el oficio del escritor se vuelve complicado por la cantidad variopinta de biografías que tenemos a la mano; cada quien trabaja a su manera y su proceso creativo le llega de distintas formas, muchos escritores se levantan en la madrugada para escribir «yo lo hago», para aprovechar el silencio y el frescor del día; otros prefieren la noche o encerrarse en su cuarto de estudio, aunque estoy seguro que no todos tenemos presupuesto para construir uno; sin embargo, hay algo que muchos escritores comparten y que se debe convertir en una máxima para nosotros, los escritores noveles: las musas no llegan, ni aún cuando se las invita.
Stephen King en su obra Mientras escribo, compara al proceso de escritura más o menos como la búsqueda del hueso de un dinosaurio, el hueso es la musa, la inspiración que provoca que el escritor o artista pueda crear algo hermoso como si Dios le estuviere dictando desde las alturas las letras; King asegura que para encontrar un hueso de dinosaurio debemos cavar, y cavar mucho, es decir, escribir hasta el cansancio para poder encontrarla a la musa, a veces, no se encuentra nada al final del hoyo.
Otros autores están de acuerdo con ese planteamiento, no el de buscar un hueso de dinosaurio sino el de sentarse a la máquina y comenzar a escribir bastante. Ya es mundialmente sabido que King no se levanta de su silla hasta haber escrito dos mil palabras.
Picaso dijo alguna vez: «Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». Él y otro sin fin de grandes artistas son los que resaltan la importancia del trabajo duro y que deberíamos escribir hasta que se pierdan las huellas dactilares de los dedos, que cuesta editar libros, deshuesarlos, hacerlos pedazos y desechar palabras que con tanto cariño las escribimos en su momento.
Lo único que tengo entendido es que cuando se es joven y uno tiene aspiraciones a escritor, comienza a cobrar factura el microchip holliwoodense de que la inspiración llega y hace el trabajo por uno y en poco tiempo. Si se es novel en esta carrera, incluso se pensará que tras escribir un primer libro llegará el éxito inmediato. Nada más fuera de la realidad, muchos no podríamos siquiera definir la palabra éxito. Vale recordar que Ninguno de nosotros somos Juan Rulfo.
Escribir no es un proceso fácil, si me permiten el atrevimiento, podría incluso augurar al modo nitzscheano que la inspiración ha muerto, o no es más que ese sentimiento lúdico, incluso romántico en que se torna este oficio cuando a uno le apasiona el arte literario. Solo así se soportan los procesos de edición, las clases de gramática y ortografía sin necesidad de peleárselas con la RAE, ni prepararle el te a las musas todas las mañanas.
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