La Piedra y El Sol Fragmento
—¿Qué te paso allí? — Preguntó con preocupación, yo no comprendí hasta que lo miré a él, estaba apuntando mi abdomen del lado derecho.
Bajo la vista, y lo veo, pequeñas gotas de sangre se impregnaron en mi blusa, no sabía que responder, no sabía que decir.
—¿Cómo te cortaste? — sigue preocupado y yo entré a la defensiva.
—No es grave...—Retrocedí de nuevo
—Dejame verlo—responde acercándose más— ¡Estás sangrando!
—Te dije que no es grave, en todo caso hubiera ido junto a Berenice.— Me volteo y doy pasos a zancadas para alejarme de él
En un intento inútil de huir, sus manos toman mi brazo y me giran con brusquedad, casi caigo por el impulso. Me observa detenidamente y entre cierra los ojos, su agarre es más fuerte, mi incomodidad crece, al igual que el ritmo de mis latidos, él se acerca más, mucho más, sin soltar mi brazo.
La respiriacion es un ejercicio que olvido realizar y me empieza a preocupar lo que vaya a pasar aquí. Retrocedo un paso por cada que da él hasta que doy contra la pared, sus ojos no me han soltado ni un sólo segundo.
—Por tu reacción sabes muy bien cómo te hiciste esa herida, ¿cuál es el problema con contármelo?
No dije nada, sólo callé, quedé quieta, él frente mío tomando fuerte mi muñeca en el aire. Mi cuerpo se tensaba, por miedo, por incredulidad.
—Si tú no hablas... yo lo solucionaré.
Por más que lo intente no puedo hablar, ¿Cómo admitir que me he cortado a drede? ¿Cómo contarle a Helios la razón por la que lo he hecho? ¿Acaso él no tiene peso por la decisión que he tomado?
En un segundo intenta levantar mi blusa, reuno todas mis fuerzas para alejarlo pero es imposible, estoy roja de la ira por que invadió así mi espacio personal como también estoy muerta de la vergüenza por lo que acaba de hacer, lo tengo tan cerca y tan lejos a la vez.
Evito mirarlo, y hago cómo que me pierdo en el horizonte, intento con todas mis fuerzas parar el grifo que se abre en mis ojos, pero es imposible, gota por gota las lágrimas caen.
—¡Son heridas perfectas! ¡Te las hiciste tú! — me suelta, no por dejarme libre si no para golpear la pared con tanta fuerza que no dudo se haya oido en toda la casa. Cuando intento alejarme, vuelve a tomarme, y yo no paro de sollozar.
Me agito, pero es imposible, la fuerza de Helios es demasiada, vuelve a levantar unos centímetros mi blusa, y yo quedo petrificada. Mis sentidos se cruzan cuando pasa cada dedo sobre una cicatriz.
—Mierda, mierda, mierda, ¿en qué demonios pensabas cuando te hiciste esto? ni siquiera son heridas capilares, son profundas Zafiro... ¿te das cuenta de lo que te has hecho?
Mi piel se electrizo a su tacto, y fue allí donde me colmé de energía para empujarlo, su rostro estaba bañado en ira, sus ojos rojos inyectados de rabia, pero ya no lo soportaba tenerlo cerca, no por que su presencia me incomodara, si no por que me molestaba que me hiciera saber que las heridas estaban allí, me dolia saber que he tomado una mala decisión, pero era lo único que en ese momento me ayudó.
—¡Nunca vuelvas a tocarme!— grité, entre las lágrimas caían, no quería decir eso, pero tampoco quería que me torturara, sabía que estaba enojado, ¿Pero qué le da el derecho a querer protegerme? ¿quién le da el derecho de decirme lo que debo y lo que no debo hacer?
Vino hasta mi de nuevo, y con el rostro serio, me agarro del hombro y me tiro de nuevo contra la pared, pero esta vez con suavidad, no cómo la primera vez.
—Si tu te haces esto, cada que te enfrentes a un problema, me demuestra más lo que he odiado de ti toda mi vida e intento suprimir, ¿Sabes el esfuerzo terrible que hago para que terminemos siendo amigos?, olvidando que puedes llegar a ser insoportable, que puedes ser tonta, terca y miles de cosas más que aborrezco.
>>Ahora, no quieria incomodarte, pero me enfurece tanto que seas tan fácil de quebrar, me enfurece tanto que no seas capaz de confiar en mí cuando yo te puse mi piel sobre el fuego, que yo sea capaz de confiar en tí, y tú te rehuyes y escabulles bajo un estilete... ¡pues no!.
>>Maldita sea, tienes la capacidad de hacerme enojar, y querer por eso mismo hacerte trizas, romperte y llevarte a tus límites, sola y únicamente para que aprendas que el mundo no se basa en la satisfacción inmediata, en la eliminación instantánea de dolor, Pero... ¡deja de ser estúpida! !Mierda! ¿Qué clase de amigos podemos ser si tu no te apoyas en mi cuando lo necesitas?
Simplemente las lágrimas caían con más intensidad y fuerza, no podía conmigo, cuando me soltó de los hombros, pensé que se iría, y que me dejaría caer, pues empecé a resbalar contra la pared.
Pero me equivoque, a los dos segundos de haberme soltado, me toma por la cintura abrazandome con fuerza. Debo ser la persona más fácil de sorprender, y más llorona del mundo por que terminé por empapar la remera azul que traía puesta él.
Intenté soltarme, por que me sentía incómoda, sentía que me faltaba el aire, la vida se me iría en el preciso instante en que me dejara. Entonces me rendí y lo rodee también con mis brazos, giro la cabeza a un costado, para oir los latidos de su corazón, quizá, sea la única vez que pueda hacerlo sin remordimientos o a conciencia.
En medio del llanto, abro los ojos y en el basto jardín, veo a Aracy, sentada, a lo lejos, aparentemente está sorprendida, sus dedos brillan en la oscuridad... cierro los ojos y al volver a mirarla, sólo es ella, sin el pequeño destello en los dedos.
Suelto a Helios, y de mala gana, él también lo hace, camino unos pasos en dirección a la prima de Andree secándome los ojos, pero ella termina corriendo. La sensación de ver el destello en sus dedos me recargaba de algo diferente, cómo cuando toqué al árbol, me hacía sentir bien.
2 comentarios
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Heeeelios
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