Esclavos del dolor 18+

Cuando ella hubiese soñado con su mirada, se amarraron al matrimonio forzado y al amor indecoroso, aquel hombre de finas calañas se menea en un incesante y enervante baile embriagado del sexo de la música. El humo de los besos, el porno de sus ojos y las manchas de placer marcadas en látigos en su piel. Cuando ella hubiese sacado el látigo para pegarle en la espalda a su secretario, entonces la vergüenza invadiría el rostro del hombre a sus pies. Se abochorna entre las finas y delicadas manos de la mujer. Quien obedecerá sus mandatos tan humillantes como sean posibles y simplemente suplicara por más. —Pégueme mi dueña, pégueme mi ama, soy suyo, castígueme. ¡De prisa! ¡Castígueme! — Cruelmente ella aparta el látigo y le deja en el piso anhelante de más. — No…— Dijo en un suave susurro.