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¿Qué escribo? Depende. ¿Qué tan roto estás?
Mis historias no son cómodas. No están hechas para acariciarte el alma, sino para meterse debajo de la piel y escarbar con las uñas sucias. Aquí no vas a encontrar consuelo: vas a encontrar personajes que se aferran a lo que queda de sí mismos con los dientes, que aman desde la herida, que se hieren para sentirse vivos. No sanan. Sobreviven. A veces mal. A veces peor. Y aun así, no los vas a poder soltar.
Los vínculos que dibujo no siguen reglas. No son dulces ni equilibrados. Son torcidos, intensos, viscerales. El amor llega tarde, y el perdón, si aparece, suele estar podrido. Porque acá, incluso lo tierno tiene colmillos.
¿Buscabas un cuento de hadas? Lamento decepcionarte. Aquí los finales felices se negocian con sangre, sudor y culpa. Aquí el amor no redime: arrastra. Quema. Daña. Pero, si te animás a mirar bien, entre el desastre vas a encontrar verdades que nadie se atreve a decir en voz alta.
Nadie es completamente inocente. Nadie sale ileso. Todos son peligrosamente humanos.
Así que pensalo dos veces.
Si decidís leerme, no digas que no te advertí.
Ya sabías lo que estabas haciendo.
Mis historias no son cómodas. No están hechas para acariciarte el alma, sino para meterse debajo de la piel y escarbar con las uñas sucias. Aquí no vas a encontrar consuelo: vas a encontrar personajes que se aferran a lo que queda de sí mismos con los dientes, que aman desde la herida, que se hieren para sentirse vivos. No sanan. Sobreviven. A veces mal. A veces peor. Y aun así, no los vas a poder soltar.
Los vínculos que dibujo no siguen reglas. No son dulces ni equilibrados. Son torcidos, intensos, viscerales. El amor llega tarde, y el perdón, si aparece, suele estar podrido. Porque acá, incluso lo tierno tiene colmillos.
¿Buscabas un cuento de hadas? Lamento decepcionarte. Aquí los finales felices se negocian con sangre, sudor y culpa. Aquí el amor no redime: arrastra. Quema. Daña. Pero, si te animás a mirar bien, entre el desastre vas a encontrar verdades que nadie se atreve a decir en voz alta.
Nadie es completamente inocente. Nadie sale ileso. Todos son peligrosamente humanos.
Así que pensalo dos veces.
Si decidís leerme, no digas que no te advertí.
Ya sabías lo que estabas haciendo.