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Érase una vez... En el pasado, cuando las calles se bañaban con sangre de los pecadores y la iglesia regía al mundo por sobre todas las cosas... En esos tiempos, Existía un demonio. Se rumoreaba de boca en boca, que este al llegar la noche salía a las calles solitarias de la ciudad a atormentar a la gente que por allí pasaba.
Una vez, cuando el cielo se vestía de color, las estrellas tintineaban y la luna se lucía en todo su esplendor, de entre la oscuridad, una silueta oscura se materializó, sus ojos inyectados en colorante vino tinto y sus colmillos brillantes y filosos iluminaban su bello rostro.
El ente caminó por las solitarias calles de la ciudad, en su paso dejaba un rastro de oscuridad, sus manos extendidas a los lados y una petulante sonrisa en su rostro. Se detuvo frente a la iglesia, el padre que había escuchado alboroto salió de su madriguera, cargaba un crucifijo y una biblia, en su rostro se le notaba el terror.
- Oh, ente de la oscuridad, por el poder de la sangre de muestro dios ¡Yo te ordeno desaparecer y jamás volver! - Gritaba una y otra vez.
Pero el ente no se movió, en su lugar su sonrisa creció y su mano subió, apuntando al cielo.
Chasqueó sus dedos.
La biblia que antes había estado sosteniendo el padre cayó el suelo, un gritó se oyó en el silencio de la noche y luego se vio el caer de su cuerpo, en su mano llevaba un crucifijo lleno de sangre.
En cambio la figura de la oscuridad se relamía los labios con parsimonia y reía con histeria. Murmurando palabras inentendibles, antes de desaparecer en una cortina de muerte.
Se dice que ese mismo ente todavía está al asecho, atrayendo a las personas por medio de sus escritos y haciendo que caigan en su red de perdición...
Incluso ahora, miles de personas siguen cayendo en sus trampas, todas ellas oyen su voz narrándole sus historias, todos ellos encaminándose a su perdición, perdiendo sus almas en un espiral de sangre, porque todos ellos, antes de morir, escuchaban el...
... ¡Denme su corazón!
Una vez, cuando el cielo se vestía de color, las estrellas tintineaban y la luna se lucía en todo su esplendor, de entre la oscuridad, una silueta oscura se materializó, sus ojos inyectados en colorante vino tinto y sus colmillos brillantes y filosos iluminaban su bello rostro.
El ente caminó por las solitarias calles de la ciudad, en su paso dejaba un rastro de oscuridad, sus manos extendidas a los lados y una petulante sonrisa en su rostro. Se detuvo frente a la iglesia, el padre que había escuchado alboroto salió de su madriguera, cargaba un crucifijo y una biblia, en su rostro se le notaba el terror.
- Oh, ente de la oscuridad, por el poder de la sangre de muestro dios ¡Yo te ordeno desaparecer y jamás volver! - Gritaba una y otra vez.
Pero el ente no se movió, en su lugar su sonrisa creció y su mano subió, apuntando al cielo.
Chasqueó sus dedos.
La biblia que antes había estado sosteniendo el padre cayó el suelo, un gritó se oyó en el silencio de la noche y luego se vio el caer de su cuerpo, en su mano llevaba un crucifijo lleno de sangre.
En cambio la figura de la oscuridad se relamía los labios con parsimonia y reía con histeria. Murmurando palabras inentendibles, antes de desaparecer en una cortina de muerte.
Se dice que ese mismo ente todavía está al asecho, atrayendo a las personas por medio de sus escritos y haciendo que caigan en su red de perdición...
Incluso ahora, miles de personas siguen cayendo en sus trampas, todas ellas oyen su voz narrándole sus historias, todos ellos encaminándose a su perdición, perdiendo sus almas en un espiral de sangre, porque todos ellos, antes de morir, escuchaban el...
... ¡Denme su corazón!