ҽʂƚɾαϝαʅαɾια ƈαԃҽɳα

¢σятα ραℓαвяα

Existe una posibilidad de que en mi mente no exista la palabra correcta que quiero decir, porque cada vez que la formuló y la pienso, que quiero expulsarla. Ella siempre cambia.

Y se presenta cómo una falsa tómbola que gira y gira, que dice mucho pero al final no dice nada.

Porque va de boca en boca, contando mil historias, historias que ninguna son ciertas porque todas están plagadas de las palabras incorrectas y las personas no saben distinguir entre la burla y el sarcasmo, entre la mentira y la cólera.

Todos se sienten conocedores de palabras. Que no se dan cuenta que las que escucharon están incorrectas, tengo una palabra que nunca puedo terminar de decir, porque siempre se está escondiendo y cambiando cada vez que parpadeó.

No existe una palabra que sea tan larga y tan corta como el tamaño de un suspiro, aquél que se enredan en las sábanas y se queda temblando de miedo, porque sabe que la noche tiene que irse.

Entonces esa palabra se acorta, se achica y se esconde entre los rincones de mi garganta, me aprieta la faringe porque solo así puede expresarse, crea mil nudos y mil cuerdas porque le resulta más fácil el aferrarse que el soltarse.

Y entonces las mil palabras que yo tenía por soltar, se convierte en un instante en una palabra corta que lleva por nombre "atavió" y por apellido "vida".




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