Una mancha, una mancha de tinta que se escurre por las comisuras de mi boca se desliza por el rabillo del labio.
Manchando todo alrededor mío las incógnitas que se forman en los pliegues de la lengua, tiñe, destroza y se reduce a las orillas del iris de la luna.
Una mancha que se forma en los rincones del cuerpo, pinceladas de color envuelve los trozos fragmentados, salpicaduras que se tejen en los hilares de la mente.
La tinta se acumula y se escurre por el rabillo de la sien, un trazó que se desglosa en punteadas de una costura de antebrazo, plagada al costado simbólico que forma el estambre enredado en un ovillo.
Se enreda, se enrosca, se aferra y se entierra en las entrañas y duele y no mancha, y mancha y no duele, gotas de pintura se deslizan por las costuras.