La sombra que me mira y me sostiene no es sombra mía, no es sombra aquél trazo de tela que se filtra por las comisuras de mis manos que se juega el papel de costurera en un hebilla que confusa se enreda en el mismo tramo.
La sombra que sostiene la punta de mis pies no es mi sombra, no es sombra un trozo de tierra que se alza anclada a la suela del zapato para dar paso firme sin necesidad de tambalearse, no es sombra el trozo de tela que se cose en la planta del pie porque se vuelve su único soporte.
La sombra que se enreda y se estira en el torso de mi antebrazo no es sombra mía, aquél trozo de tela que juega un recorrido inédito que se camuflajea con el hueso del antebrazo y juega hacer un brazo de movimiento en el auge de la libertad, sin la necesidad de sucumbir a un llamado que alarido se engrapa al contorno de la oreja que idiota se hipnotiza con más picore que en todo un jardín...no es sombra.
No es sombra aquélla duda que baila en las lagunillas de la duda, mirada impregnada de desorientación el camino que se muestra bajo sus pies, no es sombra que reflejo que se traspasa a través del fino cristal y se agrieta a la nula frialdad.
No es mi sombra, la silueta que sigue mis pasos, que camina en las mismas dudas, que tiembla al no tener control de su reflejo que nocivo se atraviesa en el antebrazo de la duda, aquella que se refleja en el umbral de la puerta no es mi sombra.
Aún la busco bajo los pequeños rincones de mi estrecho corazón, aún espero coser su pasos a los míos en esa pequeña caja aún espero volver a encontrarla.