La punta del pincel no sabe hacia donde va, la punta del pincel se ha confundido, no encuentra los matices correctos para hacer los trazos exactos, no sabe delinear sin salirse del puente blanco, el que le jura calma eterna a cambió de su silencio.
La punta del pincel no sabe hacia donde va, que probar, que no probar, escurrirse, enjuagarse, volver el recorrido, ¿Hacía donde? hacia ninguna parte, ¿Ser pincel?, ¿Ser pintura? Acaso es mejor un retrato que se lleva en el ovillo del ojo, que se esconde temeroso al olvido porque no sabe de que color está viendo.
Tener un lienzo, no tenerlo, guardarlo o perderlo en aquellas líneas que se vuelven el retrato de un rostro amargo, que no sabe que hacer con un lienzo en blanco, con una brocha de colores y mil pesares.
Que no sabe de que color teñirlos, Si es blanco, si es rojo, si es gris, si es negro o si es el mismo envuelto en una nube de colores que se vuelve monocromática al primer pestañeo.
Pintar el blanco, !ser el blanco!...no querer el blanco, se el lienzo, no querer el lienzo, no ser nada y ser todo, no serlo y fingir que lo eres.
No ser el pincel y ser la gota a gota que se derrama en el espacio en blanco del lienzo, volverte pintura, ser la macha que da vida al blanco y ser el blanco que lentamente mata a la mancha, no ser ambos, ser ambos, no ser mancha, no ser pincel, no ser el lienzo, porque lo blanco está teñido de una bruma que nubla el reflejo de un rostro nuevo.