He hilado el dorso de mi lengua en los escombros del almidón que se remoja en los rincones del algodón.
He hilado fibras de seda para intentar adornar las consonantes innecesarias que nace en un brote histérico, he hilado mi saliva en el borde de la alpaca intentando orientar lo ortodoxo de mi labia, seca, hostil, en un páramo de retorceduras, dónde los hilares pequeños son los más enredados, obligados a darle forma a ese estambre de endurado.
Encrespada en la superficie de la aguja dónde se hila capa por capa, se cose costura por costura hasta dejar una línea punteada de unión sólida.
Hilados al contorno de la herida circulando en un estambre tambaleándose de punta en punta dónde no encuentra ninguna salida pero siempre se enreda en la misma costura.
Me he vuelto costurera de las palabras donde es más fácil perder la aguja que el hilo, me he vuelto un nudo del léxico porque cada frase que digo va acompañada de un nudo que se sujeta de los extremos del hilo que va anudado al lago de mi dislexia
Que busca desesperada desenredar aquél estambre, que lo único que hace es hilar su dudas y ahogar a la aguja.