1. Cazadores Legendarios. La Vara Ancestral.

9. A por el doctor

Eric se despertó en su cama bastante sudado, ya que había soñado con lo que ocurrió la noche anterior. A pesar de que no se encontraba mentalmente bien, se levantó y se fue a correr.

Como en el resto de días, acabó su pequeña maratón en la plaza de la central, pero antes de entrar al edificio, se fue al bar de siempre y se pidió un desayuno menos contundente comparado a lo que se solía pedir.

Tras acabar de comerse todo, se fue a la central como si fuera un día cualquiera y entró en el edificio, yéndose directamente a la sala principal, dónde se encontró a casi todo el mundo.

– ¡Eric! – Sarah se dirigió hacia él.

– Tranquila. Estoy bien. No hace falta que preguntes – dijo Eric en un tono tranquilizador.

– A todos nos ha pasado – Sarah le dio un abrazo por sorpresa.

– Bueno, ¿cuál es el plan? – Preguntó Eric rompiendo el abrazo.

– Jake ha contactado con un vendedor. Ha conseguido una reunión con el doctor y le ha dicho que estábamos interesados en esa droga nueva suya – informó Stephen apareciendo por atrás.

– ¿Y qué vais a hacer?

– Llegamos y le atrapamos – le contó Stephen.

– Pero... Eso no va a funcionar. Si volvéis a detenerle y no tenéis pruebas… Os pueden suspender indefinidamente –  soltó Eric mirando a todos.

Katherine se sorprendió y le miró con una cara extraña.

– ¿Qué? Me he leído todas las leyes existentes – Eric la devolvió la mirada.

– ¿Y qué pretendes que hagamos? – Jake apareció por el pasillo junto a Derex.

– Sencillo, a mí no me conoce, así que yo seré el que se reúna con él. Hablaremos, haremos el trueque y sin que se dé cuenta le pondré un localizador en algún sitio. Así podremos saber a dónde va, lo que hace y hasta saber la localización de su laboratorio – propuso Eric.

– Ni hablar, es muy peligroso. Nunca te hemos puesto en terreno y no lo vamos a hacer en una misión tan importante – Katherine se sobresaltó.

– Peligroso, pero interesante… – Jake se lo pensó –.Vamos a hacerlo, ¿por qué no?

– ¿Que qué? – Katherine se exaltó.

– Tranquila, Stephen y Sarah irán de paisano, nosotros – señaló a los restantes –. Estaremos en el coche vigilando todo. ¿Alguna duda? – Jake esperó –. Si no hay nada que preguntar, iros preparando, la reunión es en una hora y hay que salir ya.

Quince minutos después, el grupo se reunió en la puerta de la central. Sarah y Stephen iban vestidos distintos a lo habitual. Stephen llevaba ropa de deporte, desde unas deportivas hasta una pulsera sport, no faltándole ningún detalla para simular a un deportista profesional. Sarah, en cambio, iba vestida como si fuera una madre, incluso llevaba un carrito de bebe, cosa que hizo que algunos soltasen una pequeña risa.

– ¡No os riais! Que os juro que os mato – Sarah se mosqueó, y mucho, además.

Eric iba vestido como siempre, la única diferencia era unos tatuajes falsos que llevaba en ambos brazos, aparte de portar un gorro y un collar de oro en el cuello.

– Vámonos – dijo Jake dirigiéndose al coche.

Derex abrió un portal y entraron en él Stephen y Sarah. Cuando pasaron, el portal se cerró y el resto del equipo se metió en el coche.

Estuvieron conduciendo una media hora e incluso se adentraron en el centro de Nueva York. Quedándose Eric asombrado por la cantidad de vida que había por esa zona y por los inmensos rascacielos que había.

– Ya hemos llegado – anunció Jake aparcando el coche.

– La reunión es ahí – señaló Katherine a un puesto de perritos calientes –. Siéntate en ese banco y espera a que el doctor se ponga en contacto contigo.

Eric salió del coche, cruzó la pequeña calle y se paró en la puerta, observando el cartel en donde ponía el nombre del parque, Central Park. Con algo de emoción, siguió caminando hasta llegar al puesto de comida, dónde giró a la izquierda y dio unos pocos pasos hasta llegar al banco en el que se sentó poco después.

Mientras esperaba a la ansiada conversación, Eric reconoció a Stephen, que estaba corriendo por aquel inmenso parque. Así que nervioso, miró el reloj que llevaba y vio que ya era la hora así que alzó la mirada y de repente vio a un hombre sentado al lado suyo.

– Tú debes de ser Fernando – dijo el hombre mirando al frente.

– Así es hermano. Y tú debes de ser el doctor Abraham – habló Eric intentando imitar a un acento latino.

– ¿Tienes las gemas? – El doctor le miró fijamente.

– Aquí están – golpeó Eric su bolsillo derecho.

– Sácalos – soltó el doctor ansiadamente.

– Enséñame primero lo tuyo. No soy tan tonto como para darte algo cuando no sé si tienes lo mío – dijo Eric con tensión, ya que era su primera misión en solitario y no quería fallar.

El doctor puso su maletín en sus piernas, lo abrió, sacó una caja de color azul y se la enseñó a Eric.

– Aquí lo tienes – dijo el doctor señalando la caja –. Ahora dame esas gemas y yo te doy lo tuyo.




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