Eric y Stephen entraron en la habitación donde antes se habían puesto los trajes y se cambiaron a la ropa que llevaban antes.
– Que gusto da quitarse esto – dijo Stephen dejando la chaqueta en la mesa.
– Oye… ¿Qué es eso de la diadema? – Preguntó Eric mientras se quitaba la corbata.
– Se dice que la Diadema del Príncipe Perfecto tiene alguna especie de poder que hace influenciar sobre personas, pero nunca nadie lo ha podido corroborar – Stephen se quitó el pantalón y se puso el suyo.
– ¿Y por qué te has puesto así cuando la reina ha dicho que la diadema se encuentra en la cárcel esa? – Se puso Eric su camiseta y la sudadera azul que llevaba.
– Primero, no sabemos si la diadema está allí o no, a lo mejor alguien se lo ha inventado y nosotros nos vamos a jugar la vida por algo que a lo mejor ni existe. Segundo, ¿para qué quiere la reina una diadema que puede hacer cambiar de opinión a la gente? Yo creo que trama algo malo. Y tercero, la Cárcel de Blackyild es un buen motivo para asustarte ¿no? – Sentenció Stephen mientras se ponía el cinturón donde llevaba todo tipo de armas.
– ¿Por qué hay que temer a esa cárcel? – Preguntó Eric mientras se ponía el pantalón.
– La Cárcel de Blackyild está encantada, todo el mundo que entra no consigue salir, eso significa que hay algo vivo dentro que hace desaparecer las personas.
– ¿Encantado? – Se empezó a reír Eric.
– Esa cárcel fue la primera que creó el consejo años atrás, justo cuando no tenían las cosas claras. Ya que antes creían que los demonios era alguna especie de error humano… Y llegaron a la conclusión de que debían de extinguirlos, así que todo aquel que no fuera normal, los cazaban y los llevaban a la cárcel. Dónde esperaban a su turno para ser matados, ya sea decapitado, succión de sangre, experimentación con el sujeto, etc. ¿Y tú te estás riendo de esto? – Se puso serió Stephen.
– Perdona ¿vale? Ahora que lo dices… si es verdad que da un poco de mal rollo. ¿Y qué pasó después con la cárcel? – Eric se puso las zapatillas.
– El consejo se dividió en dos, el equipo malo, por decirlo así, que era el que defendía la cárcel y que decían que los demonios debían de morir, y el equipo bueno, que defendía que no todos los demonios eran malos y que podían tener una oportunidad – pausó Stephen –. Al final, tras mucho deliberar y no conseguir absolutamente nada, el equipo bueno se hartó de las mentiras y de lo que estaba pasando, así que decidieron emboscar al otro equipo, matando a todos los integrantes. A partir de ahí, se formó un nuevo consejo y se llevó a cabo el cierre de la cárcel, dejándolo abandonado tal como lo conocemos hoy.
– Entonces, ¿todo el que entra en la cárcel no sale? – Soltó Eric con tensión.
Stephen asintió y a continuación habló.
– Vamos, que seguro que Sarah nos está esperando ya afuera.
Eric y Stephen comprobaron que no se dejaban nada y se fueron por el mismo camino por el que habían entrado. Cuando cruzaron por la puerta principal del castillo, justo en frente estaba Sarah, que se encontraba hablando con un elfo.
– ¿Por qué habéis tardado tanto? – Se quejó Sarah.
– Quería estar guapo mi último día de vida – vaciló Stephen –. Por cierto, ¿quién es tu nuevo amiguito?
– No es mi amigo – se enfureció Sarah –. Este elfo me ha dado el dispositivo para abrir el portal, además, ya se iba.
El elfo se marchó bastante indignado hacia el interior del castillo. Mientras, Sarah abrió el portal que les llevaría a la cárcel. El primero en cruzarlo fue Stephen, que parecía bastante decidido a pesar de que iban a un lugar del que no sabían si iban a volver. Eric iba a cruzar el portal, pero se quedó paralizado viendo a Sarah, no sabía cómo actuar con ella después de lo que pasó en la pista de baile.
– Vamos, Eric – ordenó Sarah actuando de forma normal.
Eric obedeció y a pesar de estar paralizado, se movió y cruzó el portal, apareciendo en una explanada en la que a la lejanía se veía un edificio con un aspecto bastante deplorable. Detrás de él, estaba Sarah, que estaba cerrando el portal con el dispositivo que le había dado el elfo.
– Se nota el paso de los años – dijo Stephen mirando al edificio.
– ¿La cárcel es eso? – Señaló Eric al edificio que tenía en frente.
– ¿Asqueroso a que si? Todo esto por culpa de que tú hayas aceptado esta misión suicida –Stephen estaba bastante mosqueado con Sarah.
– ¿Qué querías que hiciese? ¿Decirle que no y quedarnos de brazos cruzados esperando a ver qué pasaba? – Se enfadó Sarah.
– No, pero al menos antes de aceptarlo podías habérnoslo consultado ¿no? – Pausó –. Parecía que no te importábamos en ese momento, o mejor dicho, ni existíamos para ti – sacó su espada y la clavó en el suelo de forma brusca y agresiva.
A Sarah le salía humo de la cabeza, estuvo a punto de golpear a Stephen de no ser porque Eric les tranquilizo.
– ¡Ya basta! – Gritó Eric –. Estamos aquí y ya no hay vuelta atrás, así que entramos, conseguimos la diadema, salimos y ya después podéis seguir peleándoos, ¿vale?
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Editado: 03.04.2024